El
“Día de Reyes” es considerado como el final de las fiestas de fin de año. Comienza
cuando los niños escriben su carta a los “Santos Reyes”, misma que es dejada
dentro o a un lado de su zapato, y culmina cuando el 6 de enero se levantan
temprano para ver qué les dejaron los “Reyes Magos”, identificados como
Melchor, Gaspar y Baltazar.
Así
como en Navidad busqué de dónde nació la costumbre de redactar una carta a
Santa Claus, no pude dejar de hacer lo mismo con el tema de los “Reyes Magos”,
con el adicional de saber quién determinó el número y nombres de los mismos.
Por
principio, el único referente al respecto en la Biblia católica se encuentra en
el Evangelio de San Mateo (Capítulo2, versículos 1-12): “Entonces, unos magos
de Oriente se presentaron en Jerusalén… Entonces Herodes llamó en secreto a los
magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y
los mandó a Belén… Entraron en la casa, vieron al niño con María, su
madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le
ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.”
Por
el texto se puede pensar que el número de personajes era tres, partiendo de que
cada uno le da un regalo al recién nacido. Sin embargo, el texto no afirma
cuántos eran, ni que eran reyes, ni que se llamaban como los conocemos.
¿QUIÉNES ERAN ESTOS MAGOS?
Aunque
el término “mago” podría tener en la antigüedad una connotación negativa, el
vocablo tenía otras acepciones distintas a la de “hechiceros”; podía referirse
a “hombres sabios” o, muy concretamente, “hombres de ciencia”, quizá astrónomos.
El
Papa Emérito Benedicto XVI, escribió un libro titulado “La
Infancia de Jesús”, en el que explica: “El término «magos» tiene una
considerable gama de significados. La primera de las cuatro acepciones
principales designa como «magos» a los pertenecientes a la casta sacerdotal
persa.
En el
relato de san Mateo sobre los Magos, la sabiduría religiosa y filosófica es claramente
una fuerza que pone a los hombres en camino. Los hombres de los que habla Mateo
no eran únicamente astrónomos. Eran «sabios»; representaban el dinamismo
inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas… estos hombres son predecesores, precursores,
de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos.”
En
cuanto a si son o no reyes, el mismo libro explica: “La promesa contenida en
estos textos (Isaías 1,3; Salmo 72,10 e Isaías 60) extiende la proveniencia de estos hombres
hasta el extremo Occidente (Tarsis-Tartesos en España), pero la tradición ha
desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de
aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes
entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en
el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por
él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad.”
También
se ha relacionado a estos tres personajes con las edades del hombre: niñez,
juventud y vejez, pero conforme al libro del Papa Emérito, podríamos concluir
que los magos eran sabios en busca de la verdad y, por tanto, representan a
miles de hombres de diferentes estratos, de todo lugar y de todos los tiempos,
que buscan una verdad y una razón de la existencia.
¿Y LOS NOMBRES?
Con
respecto a los nombres con los que los conocemos (Melchor, Gaspar y Baltasar),
al parecer las primeras referencias
parecen remontarse al siglo V a través de dos textos, el primero titulado “Excerpta
latina bárbari”, en el que son llamados Melichior, Gathaspa y Bithisarea, y en
un Evangelio apócrifo “Evangelio armenio de
la infancia” donde se les llama Balthazar, Melkon y Gaspard.
En
este último se lee: “Pero al cabo de tres días, es decir, el 23 de tébeth, que
es el 9 de enero, he aquí que los magos de Oriente, que habían salido de su
país hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército numeroso, llegaron a
la ciudad de Jerusalén. El primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar,
rey de los indios; y el tercero, Baltasar, rey de los árabes. El primer rey,
Melkon, aportaba, como presentes, mirra, áloe, muselina, púrpura, cintas de
lino, y también los libros escritos y sellados por el dedo de Dios. El segundo
rey, Gaspar, aportaba, en honor del niño, nardo, cinamomo, canela e incienso. Y
el tercer rey, Baltasar, traía consigo oro, plata, piedras preciosas, perlas
finas y zafiros de gran precio.”
Al parecer, la primera vez que surge el
nombre con
que hoy los conocemos es en un friso en la iglesia de San Apolinar
Nuovo, en Rávena (Italia). El friso está decorado con mosaicos de mediados del
siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes, conducida por tres
personajes vestidos a la moda persa en actitud de ir a ofrecer lo que llevan en
las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su
rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer
tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, y Balthassar
FINALMENTE, LOS ZAPATOS
Aun
cuando no encontré datos confiables sobre el origen de la tradición de poner la
carta a los Reyes en los zapatos, al pie del árbol o en la ventana, hay varias costumbres
al respecto, según el país.
La
tradición, en España, data del Siglo XIX, con una celebración en que familias
enteras salen a las calles a esperar el desfile de llegada de las caravanas de
los Magos montando caballos, camellos, o en carrozas. Es la oportunidad para
que los niños reciban de parte de "Sus Majestades" algunos caramelos,
según el portal español es.gaudiumpress.org
Hay
una leyenda que explica que dos compañeros de juegos del niño Jesús, apenados
de verle siempre descalzo decidieron darle sus propios zapatos muy limpios y los
dejaron por la noche en la ventana. Pero al día siguiente, los zapatos
aparecieron llenos de regalos y dulces, como premio a sus buenas intenciones.
Los Reyes Magos habían pasado aquella noche por allí y habían recompensado la
bondad de los dos niños con los dulces y regalitos.
Otra
tradición explica que los zapatos se colocan cerca del pesebre, los Reyes
frente al Niño Dios y se deja pasto y agua cerca para alimentar a los camellos
y algo de alimento para los Reyes. Los zapatos se ponen uno del par de cada
persona que vive en la casa, de esa forma los Reyes pueden saber cuántos
regalos deben dejar y por su tamaño que tipo de regalo debe ser.
Finalmente,
una más dice que se debe dejar un zapato viejo de cada miembro de la familia y
dentro de él colocar pasto para que coman los camellos, y luego, los reyes
dejan en su lugar un regalo. Dado que los camellos deben poder llegar a los
zapatos, se deben poner en una ventana, balcón, o lugar abierto hasta el que
puedan llegar.
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