“Si algo puede salir mal, saldrá mal”, dicen que exclamó Edward A. Murphy Jr. en la Base Aérea Edwards, cuando, en 1949, su asistente conectó equivocadamente los cables de un medidor electrónico de esfuerzo y echó a perder una prueba de resistencia humana a la fuerza de gravedad.
Existen varias versiones sobre la aparición de la “Ley de Murphy” y sobre la relatividad causal de las situaciones que salen mal. Pero es un hecho que hasta el mejor plan, en cualquier disciplina, puede salir mal durante la ejecución. En ese sentido es más probable que la frase original de Murphy, según su hijo Robert, haya sido algo así como «Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará en desastre, alguien lo hará de esa manera.».
En relaciones públicas Murphy también se hace presente. Distinto a mi comentario de hace dos semanas (10 de junio) sobre los errores al aprovechar coyunturas para lograr un posicionamiento, en esta ocasión me refiero a planes de relaciones públicas bien pensados y estructurados para posicionar marcas o crear estilos de vida, ejecutados por profesionales en su ramo.
Cuando Murphy decide meterse en las relaciones públicas, puede dañar el prestigio de una marca e inclusive poner en riesgo la integridad física de personas. Ejemplos de ello hay varios en el mundo, pasados y presentes. Estos son sólo tres:
EL HINDENBURG
El 6 de mayo de 1937, tras haber cruzado el Atlántico, el dirigible Hindenburg se aproximó a la Estación Aeronaval de Lakehurst, Nueva Jersey, para intentar atracar después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso permitiera las maniobras. Aún cuando los vuelos de los dirigibles eran ya comunes, en esta ocasión se convocó a una gran multitud, incluidos medios de comunicación, por dos razones:
- Se trataba del primer vuelo transatlántico para pasajeros que llegaba a suelo estadounidense en aquel año, y se consideraba una proeza que este tipo de aeronave cruzara el Atlántico en sólo dos días y medio.
- Los constructores alemanes del dirigible tenían mucho interés en que el Hindenburg fuera observado por mucha gente pues sería una excelente publicidad.
La nave ya había realizado 34 vuelos interoceánicos, el piloto tenían gran experiencia y el plan de vuelo era impecable. Ya para ser anclado una chispa produjo una explosión que encendió el dirigible a 60 metros de altura, reduciéndolo a hierros humeantes en medio minuto y dejando muertos a 35 de los 97 ocupantes.
Es indudable que ese vuelo y la cobertura mediática que de él se esperaba estaba planeada por los alemanes dueños del dirigible, pero Murphy actuó: el mal tiempo y la electricidad estática que se había acumulado en la nave llevó al capitán a intentar aterrizar cuanto antes, virando repentinamente, con lo que probablemente se reventó un cable y con él la celda de gas. http://www.youtube.com/watch?v=CgWHbpMVQ1U
LOS PARACAIDISTAS
Hace poco más de tres lustros, una importante cadena europea de tiendas de ropa decidió iniciar operaciones en México, instalando una tienda en la ciudad de Puebla. Con un enfoque a un público juvenil, se planeó una campaña de lanzamiento que incluía una exhibición de paracaidismo en el área de Cholula y una espectacular inauguración que incluía fuegos artificiales y un grupo de patinadores que atravesarían “los vidrios” de la puerta principal, quebrándolos completamente para dar acceso a los numerosos invitados especiales –incluidos medios de comunicación- que habían sido convocados.
La planeación se realizó con tiempo y se buscó a expertos en paracaidismo y en efectos especiales. La idea era que los paracaidistas aterrizaran en el campus de una universidad cercana para hacer promoción previa entre los estudiantes y que los expertos en efectos especiales instalaran puertas de “vidrio de azúcar” como el empleado en las películas, para inaugurar con una ruidosa entrada de los patinadores, dos días después.
Pero Murphy se subió al helicóptero desde el que se lanzaron los paracaidistas: por algún motivo, los cables de los paracaídas de dos de ellos se enredaron entre sí, impidiendo que ninguno de los dos se abriera debidamente, llevándolos a una caída con resultados fatales para uno de ellos. Este acontecimiento llevó a una estrategia de control de daños y a modificar completamente el evento planeado para la inauguración, a fin de prevenir cualquier incidente que pudiera poner en entredicho el nombre de la tienda. Finalmente la empresa salió airosa y sigue presente en el país.
LAS FIESTAS EN LAS ALBERCAS
El último ejemplo se originó la semana pasada en la ciudad de León, en donde una empresa fabricante de un licor elaborado a base de hierbas organizó una fiesta de alberca o “pool party”. Durante décadas esta empresa ha organizado alocadas fiestas para diversión de los jóvenes y ello le ha dado experiencia para la planeación de sus eventos que textualmente promociona en su página web “¡Prepárate para las mejores fiestas, los festivales más locos…!”.
La empresa ya había realizado antes la creación de efecto de “nubes” en una alberca (http://www.youtube.com/watch?v=HBum6TKbTyk) pero en esta ocasión Murphy se hizo presente y la empresa contratada para animar la fiesta, de acuerdo con lo planeado, creó el efecto de nubes vertiendo Nitrógeno a la alberca, mismo que, al mezclarse con el Cloro, ocasionó la intoxicación de nueve jóvenes. Ya había experiencia, ya estaba planeado pero algo salió mal.
Tres situaciones planeadas, pero con resultados inesperados. En el caso del Hindenburg (que también pudo ser el del Titanic) el efecto mediático llegó a todo el mundo pero no de la forma planeada por los dueños del dirigible; en el caso de la tienda de ropa el control de daños logró un bajo perfil sin que escalara a nivel nacional, y en la tercera situación los resultados también escalaron mediáticamente a nivel internacional.
En conclusión: si se quiere reducir al máximo la probabilidad de que Murphy se meta en los planes de relaciones públicas, es preferible tomar todas las medidas necesarias: investigar, probar, plantear escenarios y cursos de acción y volver a probar ya que mientras más atrevido sea el plan, mayor es el riesgo de que algo salga mal.
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