La semana
pasada la noticia que ocupó espacios en las primeras planas de los principales
diarios de la Ciudad de México –y ha permanecido a lo largo de los días- fue la
aplicación del “Hoy no Circula” para todos los vehículos que circulan en la
“megalópolis”, independientemente del número de holograma resultante de la
verificación vehicular ambiental.
El tema
se originó luego de que en la semana anterior se vivió en la ciudad una
contingencia ambiental cuyo antecedente más cercano fue hace 14 años. La medida
despertó inconformidad entre los habitantes de la capital del país y en
políticos de diferentes partidos, incluidos algunos gobernadores de Estados
vecinos.
El
problema de la contaminación atmosférica en la ciudad es serio y controversial
y aunque es un tema contra el que se ha luchado desde hace varios años, me
parece que las decisiones del actual gobierno capitalino lo han agravado, al
grado de que tuvo que intervenir en las decisiones el Gobierno Federal a través
de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
¿Por qué
este gobierno lo ha agravado?
- Por las incongruencias entre la Ley de Movilidad Urbana y el nuevo Reglamento de Tránsito.- El primero habla de “moverse”, pero el segundo está redactado para que la movilidad se aletargue y genere contaminación.
- Por la generación de embudos viales.- Eliminación de carriles empleando tubos, bolardos (postes de pequeña altura anclados al piso), macetones, conos anaranjados o azules, motocicletas y hasta patrullas.
- Por la “modernización” de avenidas.- Menos carriles vehiculares, reductores de velocidad en las esquinas y entradas de un solo carril a calles perpendiculares que producen congestionamientos viales que incrementan la contaminación.
- Por dar mayor espacio a ciclistas y peatones.- Eliminación de carriles para habilitar uno para los pocos ciclistas que los utilizan y banquetas más amplias para peatones, cuya fuerza motriz no es contaminante.
Al
respecto escribí en este espacio, el 22 de julio de 2014, el texto: “El reto de
la movilidad en la Ciudad de México” en el que comenté que “la movilidad es la
capacidad para moverse, es decir, desplazarse, trasladarse. Cualquier
obstrucción, obstáculo o eventualidad que impidan la movilidad de forma fluida,
generará afectaciones en la calidad de vida y en el medio ambiente.”
Aun
cuando es grave la contaminación ambiental y se está convirtiendo en un
problema de salud pública, el gobierno de la ciudad está olvidando que hay
otros tipos de contaminación que también afectan la salud y calidad de vida,
sin que, hasta donde he leído, se esté haciendo algo al respecto.
Una de
ellas es la contaminación por ruido al que la Organización Mundial de la Salud
(OMS) describe como la primera molestia ambiental sobre todo en los países
industrializados. Según la misma OMS, los efectos del ruido se relacionan con
la audición, el sistema nervioso vegetativo, la psiquis, la comunicación oral,
el sueño y el rendimiento.
Foto de El Universal |
Dado que
es un factor estresante, el ruido produce una carga mayor para el cuerpo, mayor
consumo de energía y más desgaste. A nivel clínico puede favorecer las
enfermedades cardiovasculares manifestadas en forma de hipertensión, infarto al
miocardio, angina de pecho o apoplejía. A nivel psicológico el ruido ambiental,
en especial el del tráfico, incrementa el estrés.
Ante
ello, la OMS ha declarado que “la civilización del ruido atenta contra la
salud”, y respalda la iniciativa que internacionaliza el 12 de abril como Día
Mundial contra la Contaminación Acústica.
Ignoro si
la Ciudad de México es la más ruidosa del mundo y qué zonas son las que generan
mayor contaminación auditiva. Pero es claro que entre los ruidos urbanos a que
nos enfrentamos resaltan: motocicletas, Microbuses (no sólo por los motores
sino también por el “¡súbale, súbale!), camiones de basura, silbatos de
policías de tránsito, mercados sobre ruedas, y obras en construcción.
Al ruido
ambiental se agrega el “ruido visual” generado por la gran cantidad de anuncios
espectaculares, bardas, paraderos, carteles en postes, exceso de señales viales
(la mayoría sin sentido o pésimamente ubicadas), y grafitis. Todo ello
constituye elementos distractores que pueden provocar accidentes viales y
atropellamientos, además de que genera estrés, dolor de cabeza y problemas
ecológicos.
La revista digital Enlace
México cita al Geo biólogo Claudio Arbohaí, quien asevera que el cerebro
humano es capaz de retener información a través de la vista durante 0.1
segundos, lapso que tiene una acción directa en la capacidad de atención. Por
ello, cuando una imagen supera el máximo de información que el cerebro puede
asimilar, se produce una especie de “estrés visual”.
Y este tipo de contaminación también es de cuidado
por la exagerada y
desordenada colocación de espectaculares. Según el gobierno
del D.F., tan sólo en la calzada de Tlalpan, Periférico, Viaducto, Insurgentes
y el Circuito Interior, se encuentran instalados más del 55% del total de
anuncios espectaculares de toda la capital del país, la mayoría colocados a 20
metros de distancia uno de otro.
Todos estos anuncios, son un factor distractor para
los automovilistas ya que, para llamar la atención, las empresas anunciantes buscan
una mayor penetración a través de material más atractivo en diseño, color y
tamaño, mismo que en el peor de los casos, son los causantes de muchos de los
accidentes suscitados en estas importantes vialidades.
Es
evidente que el gobierno de la Ciudad de México tiene un reto que ha puesto en
evidencia su nivel de incompetencia. No se trata sólo de reducir el nivel de
contaminación por gases, sino de generar una política pública integral que
contemple la eliminación de todo tipo de contaminación que pone en riesgo la
salud y la vida de los habitantes de esta ciudad.
¿No dice
el Jefe de Gobierno que lo que busca es salvar vidas?
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