A principios de año leí un artículo en BBC referido a aparatos que se
resisten a pasar de moda como el tocadiscos o el walkman. El primero, debido a
la
creciente reaparición de los discos de vinil, y el segundo como estrategia de venta de un
reproductor digital en un aparato similar al original de casetes.
En realidad se trata de tecnología digital del Siglo XX instalada en la
versión “retro” de los aparatos originales. Lo mismo sucede, por ejemplo, en
las nuevas cámaras instantáneas con la apariencia de las originales de hace 50
años; o aparatos de radio que recuerdan a los viejos modelos de los años 80, pero
con tecnología de vanguardia en cuanto a su funcionamiento.
La máquina de escribir fue en su tiempo la herramienta a través de la
cual se escribieron todo tipo de textos: desde modestas cartas personales hasta
reconocidas obras literarias, pasando, desde luego, por un sinfín de notas periodísticas.
En la actualidad es una pieza desconocida por la gran mayoría de jóvenes que
dominan el internet y escriben en Twitter o en Facebook, para quienes sólo es
una pieza de museo.
Pero la magia de escribir a máquina en un artefacto totalmente mecánico
se reivindicó el pasado mes de enero, La máquina de escribir fue el eje en torno al cual se realizó una
exposición en el Museo de Arte Moderno de Moscú denominada “200 pulsaciones por
minuto”.
La exposición presentó una gran colección de máquinas de escribir que
incluyó ejemplares desde el siglo XIX hasta finales del XX, cuando fueron
jubiladas por las computadoras. Máquinas empleadas por autores rusos como León
Tolstoi quien en una Underwood (no Frank) escribió "No puedo callarme", manifiesto contra la pena capital zarista,
que es considerado precursor del movimiento de defensa de los derechos humanos.
La muestra fue organizada, entre otros, por el Museo Politécnico de la
capital rusa, que posee una de las mayores colecciones de máquinas de escribir
del mundo y cuya Subdirectora, Natalia Serguiévskaya, comentó: "La máquina
de escribir se ha convertido en historia ante nuestros propios ojos. Ahora
nadie sabe cómo usarla o qué es el papel carbón".
En el mundo de los teléfonos móviles y las tabletas, para los jóvenes una
máquina de escribir es un objeto casi arqueológico, poco práctico y
estrafalario, aunque sólo sea por su tamaño, ya que nunca se hicieron de
bolsillo.
Reportajes escritos sobre esta exposición reflejan algunas actitudes y
comentarios como los siguientes:
- Sorpresa al descubrir que en las máquinas más antiguas el espaciador es de madera o al saber que sólo se podían hacer cuatro copias, con papel carbón (desde luego, preguntaban qué es el papel carbón).
- Incredulidad al saber que cualquier equivocación equivalía a repetir toda la hoja o, a mediados del Siglo pasado, a emplear un líquido corrector y que corregir un borrón era una labor casi milagrosa.
- Asombro al enterarse de que las siglas “CC” en el menú de envío de los correos electrónicos es un acrónimo de “Copia al carbón”, referido a los duplicados que se podían elaborar.
- Suspicacia al saber que el poder de las máquinas de escribir fue tal que, en la antigua URSS entre los años treinta y los cincuenta, la posesión de una requería autorización oficial y la KGB podía identificar al autor analizando un texto mecanografiado.
- Admiración ante el hecho de que, también en la URSS, se tenía que recurrir a la distribución clandestina de textos copiados a máquina para eludir la censura oficial, lo que obligaba a los autores y a sus amigos a teclear cientos de copias sin ayuda de una imprenta o una fotocopiadora; todo bajo estricto control del KGB.
La exposición incluyó máquinas como la Erika, marca de las más conocidas y solicitadas de las que se
fabricaron en la Alemania del Este, que fue empleada por Alexandr Solzhenitsin
("Archipiélago GULAG"); las Remington de Mijaíl Shólojov ("El
Don apacible") y Vladímir Mayakovski, y la Royal Standard del poeta Joseph
Brodsky, casi todos perseguidos por las autoridades soviéticas.
En este viaje a la nostalgia participaron muchos particulares, que
cedieron voluntariamente sus máquinas de escribir para la exposición, donde se
recordó que el italiano Pellegrino Tulli fue el inventor en 1908 de la primera
máquina de escribir.
Pero lo más increíble es que las máquinas pueden haber desaparecido de
nuestras vidas pero aún perviven, ya que algunos órganos estatales no pueden
hacer copias digitales de ciertos documentos altamente secretos, por lo que
recurren a este artefacto.
El Servicio Federal de Protección (FSO), agencia responsable por la
seguridad de los altos funcionarios del Kremlin, colocó recientemente una orden
de compra de máquinas de escribir por casi $15.000 dólares. Aunque la FSO no dio explicaciones de
por qué las necesita, una fuente del organismo le dijo al diario Izvestiya que
el objetivo era evitar las filtraciones que pueden darse al usar computadoras.
"Después de los escándalos por la distribución de documentos
secretos de WikiLeaks, las revelaciones de Edward Snowden, los reportes de que
Dmitry Medvedev (primer ministro ruso) fue espiado durante la cumbre del G20 en
Londres (en 2009), se decidió expandir la práctica de crear documentos en
papel", dijo la fuente. Agregó que las máquinas de escribir ya se utilizan
en los ministerios de Defensa y Emergencia de Rusia para escribir borradores y
notas secretas, y que algunos informes para el presidente Vladimir Putin se
escriben a máquina.
Hace un par de años, el portal español “El Confidencial” publicó sobre un
proyecto que conjuga lo mejor de los dos mundos, el moderno y el pasado. Se
trata de una máquina de escribir convencional, con teclado mecánico, pero que sustituye el papel por una pantalla de tinta
electrónica y almacena los documentos en la nube. El caso es que da la
sensación de estar escribiendo en una máquina mecánica del siglo pasado.
En lo personal, aunque la tecnología actual facilita mucho la escritura
de textos, no puedo olvidar que mis primeros escritos juveniles fueron hechos
en una Smith Corona portátil y que mi tesis profesional y mis primeros reportes
para el periódico fueron mecanografiados en máquinas de escribir.
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