Mientras más se acercan los días para
la “consulta” ciudadana sobre la ubicación del Nuevo Aeropuerto Internacional de
México, son cada vez más los cuestionamientos y críticas que se publican en
diferentes medios, especialmente por parte de columnistas y articulistas.
Los
comentarios son de todo tipo, pero coinciden en que se trata de un dudoso
ejercicio de democracia directa. Por ejemplo, el 10 de octubre, Ricardo Rocha
escribió en El Universal: “La
consulta sobre el nuevo aeropuerto será la primera prueba de fuego para el
gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que en los hechos ya ha comenzado. Lo
marcará como un hombre de Estado o como un populista”; días después, el 18 de
octubre, Pascal Beltrán del Río escribió en Excélsior: “…para decidir la suerte
del nuevo aeropuerto, uno tiene que concluir que hicieron a un lado los más
elementales rasgos de la democracia participativa.”
Al revisar medios de comunicación y alguna
bibliografía para documentar este tema, dado lo que es evidente que se trata de
una simulación para justificar una decisión autoritaria y populista, encontré un
libro que me llamó la atención: “Dictadura en América Latina; Nuevas
Aproximaciones Teóricas y Conceptuales” (Centro de Investigación en Ciencias
Sociales y Estudios Regionales / Universidad Autónoma del Estado de Morelos,
Cuernavaca, 2017).
Se trata de un estudio realizado por
la maestra en Sociología Histórica y Política
María Victoria Crespo, Profesora
Investigadora de tiempo completo de la Universidad Autónoma del Estado de
Morelos, de origen argentino, cuyos padres vivieron la dictadura de Rafael
Videla en 1976, lo que generó su inquietud por el tema de las dictaduras en
Latinoamérica.
Dentro del capítulo de Democracia y
Dictadura, la doctora Crespo comenta que los populismos contemporáneos “Fundaron
su legitimidad en una alternativa política frente a los partidos históricos” y
que varios de los regímenes populistas introdujeron “nuevos mecanismos
constitucionales de ‘democracia directa’, tales como la ‘consulta popular’ y la
‘revocatoria de mandato´; agrega que “la legitimidad de estos regímenes derivó
de la identificación del pueblo, constituido políticamente a partir de una
situación de exclusión política, social y cultural, con el líder o la lideresa
presidencial.”
Luego refiere que, fundados en sus
mayorías democráticas, “los presidencialismos populistas han deteriorado la
separación de poderes, obteniendo efectivamente la mayoría en el congreso, y
cooptando a los jueces. En este sentido es que se producen yuxtaposiciones con
formas autoritarias e inclusive dictatoriales.”
Más adelante, la autora refiere que la
dinámica de inclusión/exclusión política y social es el motor del populismo y
comenta que “en estos regímenes la dimensión económica y la política son
entremezcladas y frecuentemente confundidas. Un aumento del ingreso real, ya
sea vía subsidios o mejores condiciones económicas momentáneas en las clases
populares no significó necesariamente mayor autonomía política (al contrario,
por lo general genera más dependencia del Estado, lo que es explotado
políticamente por el partido en el poder), y viceversa, una mayor visibilidad
discursiva y política de los sectores anteriormente excluidos, no implica un
mejor posicionamiento económico y social en el mediano y largo plazo.“
Refiere que en un régimen populista “la
democracia es entendida como la expresión mayoritaria del ‘pueblo real’, unido
simbólicamente por nociones de ‘unidad total’ y ‘homogeneidad’, y articulado
por una idea de justicia, equidad o un líder que encarna estas ideas.”
Los siguientes párrafos son textuales
de su libro: “La política cotidiana en el populismo se transforma en una
aclamación permanente del líder a través de diversas formas de expresión
pública: marchas, discursos, actos convocados por el líder. El modelo populista
también admite manifestaciones autoritarias del poder político, por lo general
provenientes del poder ejecutivo. El o la presidenta tienen la capacidad
política, basándose en su legitimidad mayoritaria, de sobrepasar los límites
constitucionales de la separación de poderes, a través de súper-mayorías en el
Congreso y nombrando o cooptando jueces ‘amistosos’.
“Otro exceso autoritario del populismo
es el desdibujamiento de la separación de poderes por medios políticos y la
centralidad del poder ejecutivo con tendencias mesiánicas. La principal
justificación ideológica detrás de esta práctica es que el ejecutivo debe ser
más fuerte que los poderes fácticos tales como los medios de comunicación, el
capital financiero internacional, los holdings privados, y, a su vez, que la
oposición política, para poder llevar adelante su proyecto “revolucionario” –el
“giro revolucionario” indica el momento más fuerte del régimen populista, antes
de entrar en su ciclo de decadencia. Por otra parte, el “giro autoritario” de
los regímenes populistas contemporáneos, por lo general se hace más evidente en
la medida en que comienzan a desgastarse y a entrar en crisis, momento en que
se exponen los aspectos coercitivos y violentos de estos regímenes.
“En realidad la dictadura u otras
amenazas autoritarias, lejos de clausurarse, son siempre una posibilidad sobre
todo bajo el esquema presidencial que domina los gobiernos latinoamericanos.
“Soy consciente de que es muy polémico
hablar de dictadura en la América Latina contemporánea. Sin embargo, argumento
que estamos frente a un fenómeno nuevo en el que algunas democracias
latinoamericanas admiten formas o manifestaciones fragmentarias, zonificadas,
discontinuas y solapadas de autoritarismo e inclusive de la dictadura.
“A diferencia de los regímenes
dictatoriales oligárquicos o del estado burocrático-autoritario, no hay
violencia o represión masiva; los poderes púbicos continúan funcionando, las
elecciones se continúan celebrando. Pero hay zonas, espacios, esferas, agujeros
donde la clandestinidad, la violencia, la opresión, la vigilancia, el control,
así como la ausencia del estado de derecho, de controles judiciales y de
mecanismos de rendición de cuentas dominan. Y en los que la normalidad y la
excepción, la democracia y la dictadura, el Estado funcional y el Estado
fallido, coexisten.”
Luego de leer este estudio reafirmo mi
convicción de que más de 30 millones de
esperanzados mexicanos, incluyendo una
gran cantidad de jóvenes con formación universitaria, votaron, con la fe en un
cambio que es necesario, por una opción que, en efecto, transformará al país pero
no en lo que se espera del ahora presidente electo. Espero estar equivocado por
el bien de esos electores y del resto del país.
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