Pensaba escribir sobre
el tema de las confusiones de comunicación en que ha ocurrido el Gobierno
Federal ante el tema del coronavirus, pero son tantas que desistí y opté por
otro tema relacionado con, ¿quién si no? el actual presidente.
Cuando empezó a organizarse una nueva caravana
por la paz a fines de enero de este año, el actual presidente de México
adelantó que no recibiría a sus organizadores. Entre los argumentos empleados
para justificar su decisión de no dialogar resaltaron: “… tengo que cuidar la investidura presidencial”, puede haber “…una imprudencia, una falta de respeto,
y yo tengo que cuidar lo que represento”,
y “los va a recibir el Gabinete de Seguridad para no hacer un show, un espectáculo. No me gusta ese manejo
propagandístico.”
La investidura se
refiere al hecho de dar a alguien un cargo de cierta dignidad e
importancia, lo
cual sucede en una ceremonia formal en donde se entrega un símbolo de mando y quien
es investido hace un juramento. En México el cargo se refiere al de Presidente
de la República, el símbolo es la Banda Presidencial que se impone en una
ceremonia en el Congreso de la Unión en el pecho de quien es investido, y el
juramento se traduce en rendir protesta acorde al texto constitucional. El
término investidura se deriva del latín vestire,
vestir o revestir.
Desde la fundación
del Partido Revolucionario Institucional en 1929 (entonces denominado Partido
Nacional Revolucionario) y hasta la más reciente toma de posesión, la
investidura presidencial, además de convertirse en parte del ritual de cambio
de Presidente, considerado como un acto republicano, se volvió una especie de imposición
de un halo de superioridad digno de
veneración subjetiva a la que hay que rendir reverencia y que impone un
carácter moral al Presidente.
Se dice por ejemplo
que el Presidente Adolfo Ruíz Cortines, quien no negaba su chispa veracruzana,
durante un juego de dominó con sus amigos , soltó alguna frase típica de
Alvarado, Veracruz (conocidos sus habitantes por mal hablados), luego de lo
cual expresó: “Perdón, investidura”.
Al ser investido, un Presidente
adquiere entonces un carácter moral que supuestamente le imprime una dignidad
que nada ni nadie debería quebrantar, intentar disminuir , mediatizar o usurpar
–ni el mismo Presidente- pues la
investidura viene a ser la imagen y representación de unidad y dignidad de
todos los mexicanos y por tanto, cualquier intento de lesionarla repercute
entre los gobernados.
Foto: Mediateca del INAH |
Es probable que casi todos los presidentes hayan “manchado” la
investidura en algún momento, pero seguramente han pasado desapercibidas o
supieron cómo ocultarlas. Este
presidente lo ha hecho en varias ocasiones: recibió un bastón de mando luego de
que se le impusiera la banda presidencial, ha violado reiteradamente la
Constitución, ha permitido nombramientos de funcionarios por encima de las
leyes, continuamente expresa manifestaciones religiosas, ha roto acuerdos
firmados con empresas internacionales, entre otras más.
Recibir a los integrantes de la marcha por la paz no hubiera significado
un atentado a la mentada investidura sino una demostración de respeto a la
misma y de una genuina preocupación del primer mandatario hacia la sociedad; me
parece que fue él mismo quien cometió una imprudencia y una falta de respeto
hacia su investidura.
Pero seguramente la más grave se dio el pasado 29 de marzo. Todos
conocemos la
historia: una gira en medio de la pandemia del coronavirus al
corazón del cártel del Pacífico, a la tierra del más conocido narco traficante
del país (y tal vez del mundo) en un ambiente sospechosamente relajado y de
convivencia con la familia del jefe de la banda, en donde al final el presidente
se baja de su auto y con gran familiaridad saluda a la madre de “El Chapo” y le
comenta que ya recibió su carta, y luego otro personaje (al parecer el abogado
de la familia) prácticamente lo abraza y lo acompaña a su camioneta..
Foto: R3ecista Proceso |
Es curiosa esa actitud cuando en su reunión mañanera del 20 de abril, al
responder a una pregunta sobre la situación del ex Secretario de Seguridad
detenido en Estados Unidos, el presidente afirmó que “lo más grave es la hipocresía; que se haya llegado a esos extremos en
donde el secretario de Seguridad Pública se vinculara con la delincuencia y que
no se cuestione a ese gobierno, como si fuese una cosa menor. Imagínense, en el
momento de más violencia, sobre todo de más violencia utilizada por parte del
Estado cuando se declara la guerra a la
delincuencia, se llega a un acuerdo de no tocar a una de las organizaciones
criminales y arrasar a otras. Gravísimo.”
Cuidar la investidura presidencial implicaba, en la situación actual, ni
siquiera acercarse a esa zona y menos exponerse a la difusión en redes sociales
de un espectáculo al que sí se
prestó de manera imprudente y de falta
de respeto como lo afirmó al negarse a recibir a los manifestantes.
Al respecto me surge una duda. López Obrador ha afirmado continuamente
que tiene varios miles de millones de pesos para sus diferentes proyectos y
programas sociales, incluyendo el apoyo al combate al coronavirus. Muchos
especialistas coinciden en que no está claro de dónde saldrán tales cantidades
o que definitivamente no existen: ¿La visita del 29 de marzo a Badiraguato en
un ambiente tan familiar significará algo al respecto?
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