A raíz del surgimiento en la ciudad de México del movimiento estudiantil “Yo soy 132” que busca “información real y no manipulada”, “manejo de información de manera honesta” y que manifiesta como misión informar y educar, los jóvenes mencionaron en diversas entrevistas el “Cuarto Poder”, en referencia a los medios informativos.
Tengo la impresión de que hablar del cuarto poder se ha vuelto un lugar común como también lo es, por ejemplo, el de “aldea global”. Por ello me parece oportuno recordar cómo surgió este concepto y reflexionar un poco sobre el mismo.
Por principio, no es producto de la modernidad, de los movimientos sociales del siglo pasado o de la aparición de los modernos medios de comunicación (televisión, radio y, más recientes, las redes sociales y los medios en línea). El concepto se atribuye al historiador y político británico Thomas Macaulay (1800-1859), quien en 1823 escribió que «La tribuna ocupada por la prensa se ha convertido en el cuarto poder del reino».
La frase obedeció a que en esa época los periodistas que cubrían las sesiones del parlamento británico hacían y deshacían de la vida de los parlamentarios. Dado el alcance y efectos de sus crónicas, los legisladores decidieron poner de su parte a los periodistas otorgándoles algunos privilegios que derivaron en un cierto nivel de poder. De ahí que después de los tres clásicos poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), el periodismo se erigía como el cuarto poder.
De muchas maneras este concepto sigue vigente: los medios de comunicaciónón en la actualidad han demostrado tener el suficiente “poder” como para hacer caer las acciones de empresas importantes (Walmart, la más reciente) o exhibir flagrantes casos de corrupción (Paulina Romero Deschamps), por citar sólo dos ejemplos. “Cuarto Poder” se ha tomado como sinónimo de prensa.
Desde mi perspectiva, el poder, en cualquiera de sus formas, debe ser visto como “servicio”. En teoría, el Ejecutivo ejerce el poder para servir a los ciudadanos, el Judicial lo hace para impartir justicia, el legislativo representándolos ante los otros poderes, y la prensa, informando y presentando hechos para que el ciudadano norme su propia opinión. Por eso me parece que el poder, en cualquiera de sus formas, incluido el poder ciudadano de manifestarse públicamente como “Yo soy132”, debe ejercerse de manera responsable para mantenerse libre, autónomo, confiable y respetable.
En ese sentido ¿es posible hablar de un cuarto poder cuando está limitado por -o supeditado a- variables políticas y/o económicas, mismas que también pueden limitar la libertad de expresión?
En ese sentido ¿es posible hablar de un cuarto poder cuando está limitado por -o supeditado a- variables políticas y/o económicas, mismas que también pueden limitar la libertad de expresión?
Los medios en México han pasado por diferentes etapas en las que no han podido ejercer en mayor o menor medida ese poder. Si se piensa, por ejemplo, en la prensa en México de las décadas de los 60 y 70, podría encontrarse que ese cuarto poder estaba fuertemente supeditado a dos factores político económicos: el suministro de papel y la publicidad oficial.
El suministro de papel obedecía a la creación en 1935 de la Productora e Importadora de Papel SA, (PIPSA), con la que el Estado se constituyó en un monopolio para la compra de papel al exterior y para su producción y distribución específicamente a los medios. La publicidad oficial, por su lado -y otras “ayudas”- se encausaban a través de las oficinas de prensa gubernamentales.
En un artículo reimpreso en 1996 en la revista “Comunicación y Sociedad” de la Universidad Autónoma de Guadalajara (Comunicación y Sociedad Universidad de Guadalajara)n, Núm. 25-26,septiembre 1995-abrilI996, pp. 11-33.), el periodista Raymundo Riva Palacio recuerda: “El último caso conocido del uso de papel periódico como un medio de presión directa fue en 1976, cuando PIPSA se negó a vender esa materia prima a la revista Proceso para la edición de su primer número en noviembre de ese año (Portada anexa). Los editores tuvieron que pedir prestado stock de papel a periódicos amigos o comprarlo en el mercado negro…”
Eran épocas en las que los funcionarios públicos podían amenazar con retirar gacetillas y desplegados, que significan ingresos importantes, si el periódico o el periodista se negaban a publicar lo que a aquellos convenía, o a no publicar lo que no les convenía.
En ese contexto, por ejemplo, el presidente Luis Echeverría orquestó un golpe de estado para destituir de la Dirección del que se había convertido en uno de los mejores diarios del mundo, a Julio Scherer García, quien salió de las instalaciones del periódico acompañado por Abel Quezada < izq> y Gastón García Cantú, entre otros leales colaboradores, el 8 de julio de 1976 (foto adjunta); José López Portillo eliminó las inserciones pagadas del gobierno en las revistas Proceso y Crítica Política, que censuraban sus políticas a principios de los ochenta (“No pago para que me peguen”, exclamó públicamente), y el presidente Miguel de la Madrid retiró todas las inserciones pagadas del gobierno al periódico El Financiero porque los funcionarios no estaban a gusto con la forma como cubría las negociaciones sobre la deuda externa.
En los últimos 20 años el equilibrio de poderes ha cambiado y al todavía llamado “cuarto poder” se ha unido otro: el de la ciudadanía; lectores de diarios, radioescuchas, televidentes y cibernautas “profesionales” o novatos, que se han convertido en vigilantes de las acciones de gobierno y empresas. Como expresó Rossana Fuentes: “La exigencia ciudadana para que sus representantes políticos le rindan cuentas ha crecido consistentemente en el último cuarto de siglo y una de las entidades que se hacen eco y/o propician este proceso han sido los medios” (Razón y Palabra. Núm. 33).
El Cuarto Poder es real y está vigente. Si queremos que permanezca autónomo y se pueda ejercer libremente y con resultados sociales, debemos asumirlo responsablemente.