El tema de la semana ha sido, sin lugar a dudas, la fugaz aparición de una ex playmate como la edecán que, previo al inicio el debate entre la candidata y candidatos a la Presidencia de la República, le presentó a cada uno la urna de la que obtendrían su turno de participación.
A lo largo de los días mucho se ha escrito y comentado sobre el tema y es innegable la popularidad que alcanzó la argentina Julia Orayen con esta aparición. El impacto fue tal que una nota originada por la agencia Associated Press (AP), firmada por el corresponsal Eduardo Castillo, encabezada: “¿Quién ganó el debate presidencial en México? Una modelo sexy” prácticamente dio la vuelta al mundo reproduciéndose en decenas de medios impresos y en línea.
En el cuerpo de la información se lee: “¿Quién ganó el debate presidencial de México? De acuerdo con el frenesí de los medios y de Twitter, el vencedor no fue ningún candidato, sino una curvilínea modelo luciendo un apretado vestido, que desconcertó a millones al aparecer en el escenario menos de 30 segundos. Julia Orayen ha posado desnuda para Playboy y apareció con poca ropa en otros medios, pero dejó su huella en la mente de México la noche del domingo, al llevar la urna con los papeles que determinaron el orden en que los candidatos iban a hablar.”
Entre todos los comentarios se ha llegado inclusive a la especulación sobre si su presencia fue planeada, ya para distraer el debate, ya para proyectar a la modelo o por algún otro fin. Independientemente de ello, el desviar, aun cuando sea por unos segundos, la atención sobre un evento que se transmite por televisión, ha sucedido en otras ocasiones, tanto en México como en otros países.
Quizá una de las más célebres a nivel internacional fue la ocurrida el 2 de abril de 1974, cuando, durante la cuadragésima sexta entrega de los premios Oscar, apareció fugazmente un hombre desnudo (streaker) haciendo un saludo de paz con los dedos, robando la audiencia a David Niven cuando se disponía a darle entrada a Elizabeth Taylor para presentar el premio a la mejor película (El Padrino II).
En medio de las risas de la audiencia, el actor inglés enfrentó el momento con estas palabras: “¿No es fascinante pensar que probablemente la única risa que este hombre conseguirá en su vida será por desnudarse y mostrar sus defectos?”
Ese nudista de 33 años se llamaba Robert Opel, quien, al igual que la “edecán del debate” o la “edecán del IFE”, a partir de ese momento se convirtió en el “Streaker (nudista) del Óscar” pues seguramente fue el nudista más televisado de entonces. Era una época en que la televisión en vivo era prácticamente la única forma de ganar notoriedad y amplia difusión, dado que la web era, si acaso, un sueño. Para ese entonces era un actor desempleado que buscaba ser comediante.
Después del evento, al igual que la “edecán del IFE”, el “Streaker del Óscar” tuvo apariciones en televisión y fue objeto de múltiples entrevistas. Con el tiempo, lo contrató el productor Allan Carr para hacer un desnudo en una fiesta particular.
Sin embargo, también se rumoró que su aparición no fue casual y que seguramente tuvo uno o dos cómplices para poder ubicarse tras bambalinas y que el hecho fue deliberadamente armado por los productores con la intensión de darle una pequeña sacudida a la tan venerada institución.
A fin de cuentas ¿qué más da? Haya o no sido un evento planeado o premeditado, lo que queda es la foto y el video de sus escasos 5 segundos de notoriedad.
Otro caso de incursión intempestiva en la televisión se dio en México, en cadena nacional, cuando el 1 de diciembre de 2000 el entonces diputado Eduardo Andrade irrumpió, en evidente estado de ebriedad, en el estudio de Joaquín López Dóriga, en donde se realizaba una mesa redonda para analizar la ceremonia de transmisión del poder ejecutivo. Tras un enfrentamiento verbal, el conductor logró que su ex compañero tomara asiento y manifestara sus opiniones respecto a la forma en que el nuevo presidente había rendido su protesta de Ley.
Como ha sucedido en estas situaciones, al día siguiente, varios medios, Televisa incluida, hicieron entrevistas con Andrade quien reconoció que había caído en lo mismo que había criticado. Explicó que no violó los protocolos de seguridad de la empresa ya que al llegar se identificó como diputado y “El señor de seguridad me dejó entrar y llegué hasta el estudio porque, habiendo trabajado en Televisa, sabía el camino. Cuando vi que Joaquín estaba despidiendo el programa, de plano entré porque no había de otra. Quiero aclarar que nadie trató de detenerme”, contrario a lo que muestra el video.
Ese incidente, al igual que los mencionados líneas arriba, también quedó grabado en la memoria colectiva y fue un referente del cual Andrade no se ha podido disociar.
En suma: planeados o no, deliberados o incidentales, esos pocos segundos de fama ante la televisión pueden lograr largos periodos de recordación, aunque lamentablemente se darán en un contexto no necesariamente positivo para los medios o para la sociedad.
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