A mediados de marzo el diario Los Ángeles Times publicó la
noticia de un temblor en California. Más que por el temblor, la información
llamó la atención porque se difundió en el portal del diario a tres minutos de
ocurrido el sismo y fue redactada por un
robot.
El periodista y
programador Ken Schwencke fue el encargado de la creación del algoritmo al que
denominó “Quakebot” que
automáticamente genera un artículo breve cuando se registra un sismo. En
entrevista para la revista electrónica Slate, Schwencke expresó que las máquinas no reemplazarán a los hombres en
este rubro. "Ahorran mucho
tiempo en cierto tipos de historia y suelen hacerlo tan bien como cualquiera.
Permiten que los datos disponibles sean ordenados y difundidos rápidamente",
expresó.
El hecho de que los
algoritmos asuman un papel activo en la redacción y publicación de notas
periodísticas ha generado opiniones
respecto al rol de los robots en el futuro de la comunicación. Una de ellas es de Noam Lemelshtrich Latar, Director de la Sammy Ofer School of
Communications en Israel, y autor entre otros del estudio “El futuro del
Periodismo: Inteligencia Artificial e Identidades Digitales”: “Lo que hoy se está desarrollando es que
los nuevos programas de inteligencia artificial (AI – Artificial Intelligence)
obtienen la información y escriben la nota en fracciones de segundo. En la
actualidad hay historia escritas en Forbes y en otras revistas que no han sido
tocadas por periodistas humanos. Los programas AI escriben la
nota y se firma con el nombre del robot”.
El algortimo de Schwencke
hace lo que otros algoritmos que empleamos cotidianamente: son instrucciones o
reglas bien definidas, ordenadas y finitas que no genera dudas en quien deba
ejecutarlas y que, seguidas de manera sucesiva, permiten encontrar la solución
de un problema o realizar una actividad con un resultado esperado.
Los conocemos
como manuales de operación de un equipo o de un aparato electrónico, y en las
redes sociales los empleamos inconscientemente al asociar nuestro perfil con el
de otras personas para crear lazos o grupos afines. Los algoritmos permiten
ordenar la información en el orden que más la interese a cada usuario (antigüedad,
tema, autor, fecha, etcétera); cruzan datos para determinar, por ejemplo,
número de seguidores, temas más leídos o comentados, intereses particulares de
cada participante de la red, número de visitas a determinado portal
electrónico, etcétera.
Y… ¿SI ROBOTIZAMOS LAS
RELACIONES PÚBLICAS?
Desde hace
algunos años las computadoras han tenido un importante papel en el desarrollo
del periodismo al permitir encontrar, sistematizar, almacenar información y
redactar las notas informativas; en el ejercicio de las relaciones públicas han
facilitado la generación de propuestas, el diseño de estrategias, redacción de
documentos, así como para establecer comunicación y generar archivos. Pero quizás las agencias de relaciones públicas están subutilizando la tecnología. Aunque es posible que algunas ya estén optimizando cierto tipo de aplicaciones tecnológicas, me parece que aún no se ha entrado de lleno en el terreno del diseño de algortimos que permitan diseñar mejores estrategias y programas de comunicación y relaciones públicas.
Así como el robot
reportero es un algoritmo que obedece a una serie de instrucciones para generar
una nota periodística al momento de ocurrir un temblor, podrían diseñarse
algoritmos que permitan cruzar cierta información útil e importante para
generar mejores estrategias de comunicación enfocadas a cada audiencia.
Imaginemos una
estrategia para dar a conocer y posicionar entre audiencias específicas un
novedoso servicio o producto financiero. Por lo regular se tiende a generalizar
a los públicos a los que se dirige la estrategia: sector privado, organismos
reguladores, medios de comunicación, público de “X” nivel socioeconómico,
líderes de opinión, empleados y sus familias, etcétera.
Cada segmento del
público es diferente, piensa y actúa diferente y sus necesidades específicas de
servicios financieros varían entre sí. Dice la teoría de comunicación que cada
audiencia requiere de un determinado canal de comunicación y de circunstancias
específicas para que el mensaje llegue,
sea decodificado de la manera esperada y genere una retroalimentación acorde a
la estrategia. El empleo de algoritmos diseñados con el apoyo de expertos
podría generar interesantes cruces de información entre las características del
producto o servicio, el perfil de las audiencias que se pretende impactar, el o los mejores momentos para enviar el
mensaje y a través de qué canales en cada caso.
De la misma forma
en que las redes sociales cruzan datos para determinar número de
seguidores, temas que hacen tendencia,
intereses y gustos de cada participante en la red, número de seguidores, sitios
en línea más visitados, etcétera, un robot publirrelacionista podría determinar
e interrelacionar datos como:
-
Distribución geográfica de las audiencias de cada nivel socioeconómico.
- Principales servicios financieros empleados para cada segmento de audiencia.
- Niveles de presencia de cada audiencia en redes sociales.
- Preferencias de medios de comunicación (qué o a quién leen; qué programas televisivos o radiofónicos son más gustados, hábitos de lectura, etcétera).
- Empresas que brindan servicios similares o que podrían competir (qué tipo de servicio, desde cuándo, con qué resultados, etc.).
- En el caso de medios de comunicación, un historial de lo que han escrito sobre este tipo de productos o servicios y con qué tendencia.
- Instituciones financieras que han tenido problemas con las autoridades regulatorias y de qué
tipo.
Estos y otros datos que sean necesarios de acuerdo con las necesidades de información para el diseño de la estrategia, podrían ser analizados en pocos minutos por el robot publirrelacionista para generar una estrategia de comunicación más ajustada a la realidad y contexto de cada grupo de audiencia a la que se quiera impactar.
El resultado
serían, seguramente, mensajes más ajustados a la realidad de cada público,
hechos llegar a través de sus canales de comunicación preferidos, con
mayores posibilidades de ser
interpretados acorde a lo esperado y con mejores posibilidades de evaluación
por parte de la agencia de relaciones públicas respectiva.
El empleo de
robots puede ofrecer ventajas como el no olvidar hechos y datos, realizar
investigación documental más rápidamente, procesar toda la información en
cuestión de minutos y redactar en pocos segundos y, si están bien programados,
pueden generar documentos totalmente objetivos, acorde a las realidades y
contextos del bien o servicio, de las audiencias y de las necesidades y
objetivos de la institución que los saca a la luz.
Desde luego, es
difícil que desaparezcan los buenos publirrelacionistas, pero la tecnología los
puede obligar a ser más creativos y a realizar análisis más profundos y serios
antes de redactar una propuesta. Después de todo, los clientes seguirán
buscando a las agencias que les den valor agregado a sus servicios.
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