Entre el gran cúmulo de información que diariamente se procesa, es
difícil percatarse qué de todo es verdad y qué es mentira y, sin la posibilidad
de un discernimiento prolongado, mucha de la información falsa puede ser tomada
como verdadera.
Desde el punto de vista de ética periodística y de responsabilidad social
de los propios medios de comunicación, se supone que todo lo que difunden es
verdadero. En teoría, antes de publicar, el periodista verifica la veracidad de
la información que obtiene o que recibe; sin embargo, especialmente en diarios,
agencias y noticiarios de radio y televisión, no hay demasiado tiempo para
verificar y se asume que la información es verdadera.
Si lo anterior es así, por consecuencia, cuando una información difundida
es falsa, el origen de la mentira estaría en la fuente emisora, sea un
individuo, una institución pública o privada o una agencia de relaciones
públicas, y no en el medio de comunicación.
Este año se realizaran en México
elecciones intermedias; entre junio y julio se elegirán algunos gobernadores,
ayuntamientos, delegados en el Distrito Federal y diputados federales y
locales. Ello implicará saturación de información, básicamente con promesas de
campaña y con descalificaciones a los adversarios. Tradicionalmente, la mayoría
de las promesas no se cumplen una vez que se llega a la posición deseada. ¿Fueron
mentiras de campaña o incapacidad para lograr objetivos?
Esto me lleva a preguntarme si es válido
utilizar la mentira como un recurso en campañas de relaciones públicas. Al
igual que con los medios de comunicación, desde el punto de vista ético y de
prestigio, eso no debería suceder. No obstante, es posible que algún cliente
proporcione a su agencia de RP información no enteramente verdadera para la
planeación de su campaña, sabiendo que la agencia difícilmente cuestionará la
veracidad de los datos.
Es historia conocida que hace varios años
un ejecutivo guardó cierta información antes de participar en una licitación
para realizar el registro vehicular y luego de meses de haber iniciado
operaciones se puso al descubierto su verdadera identidad como militar represor
en su país de origen.
El tema no es nuevo. Una encuesta
realizada en 2007 entre profesionales de la comunicación, en la Universidad de Westminster,
en Inglaterra, reveló que el 56% de los consultados afirmó que es inevitable
mentir en Relaciones Públicas. La presentación de los resultados de la encuesta
la realizó un entonces reconocido publicista inglés, Max Clifford, quien afirmó
que se pasó buena parte de su carrera mintiendo y ganó mucho dinero haciéndolo.
Clifford dijo en esa conferencia:
“...mentir no debería ser
necesario, pero lo es. Preferiría ser honesto, pero
la verdad es que no puedo serlo todo el tiempo. Mi deber es para con mi
cliente. Por eso, si no me siento cómodo mintiendo, no lo hago, pero con
seguridad va a haber una fila de agencias esperando conseguir al cliente que yo
rechacé”. Cinco años después terminó su exitosa carrera cuando fue arrestado en
diciembre de 2012 bajo sospecha de delitos sexuales y en mayo del año pasado
fue sentenciado a 8 años de prisión.
MAX CLIFFORD |
Curiosamente por la misma época se realizó
una encuesta similar en Argentina en donde sólo el 14.97% de los comunicadores gauchos
admitió haber mentido.
¿ES
VÁLIDO MENTIR EN RELACIONES PÚBLICAS?
Scott
Mc Clellan, ex vocero del presidente de Estados Unidos George Bush, confesó en
un libro, al terminar el periodo presidencial que hubo mentiras en la propaganda
desplegada por el gobierno para justificar la guerra de Irak. Reconoció públicamente
que ayudó a diseñar una política en base a la mentira y con ello quedó expuesto
al desprestigio.
La
mentira siempre ha existido y permanecerá como parte del hombre en tanto que, a
través de ella, es más fácil lograr beneficios personales o institucionales.
Mienten novios y amigos, mienten esposos e hijos, mienten profesores y alumnos,
mienten políticos, gobernantes, sindicalistas, vendedores y banqueros, pobres y
ricos.
Pensemos,
por ejemplo, en las recientes y continuas manifestaciones pidiendo justicia por
el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa: en tanto los participantes estiman
una cifra, las autoridades dan otra más, generalmente por debajo de la
anterior. Dado que nadie se pone a
contar uno por uno los participantes, podríamos asumir que cada grupo miente en
función a sus intereses particulares.
Gustavo
Adrián Pedace, Presidente del Consejo Profesional
de Relaciones Públicas de la
República Argentina, publicó un artículo en la
Universidad de Palermo el que comenta que para San Agustín, “mentir es querer
engañar al otro y a veces, diciendo la verdad. Es decir, se puede decir lo
falso sin mentir pero también se puede decir la verdad con la intención de
engañar. Pero lo importante y tan actual para esta profesión, en San Agustín,
es que no se miente si de verdad se cree en lo que se dice, aunque sea falso. No
hay mentira, nunca hay mentira al enunciar una aserción falsa que uno cree
verdadera, es decir sin la intención o la voluntad explícita de engañar”.
GUSTAVO PEDACE |
Mentir
no es sólo modificar una información; es también decir verdades a medias,
exagerar, ofender sin fundamentos, fingir o simular.
En el mundo de la comunicación una noticia puede resultar
falsa, ya sea de origen por la fuente informativa o porque en el proceso de
edición dentro del medio de comunicación se alteró incidentalmente el
contenido. Existen también verdades a medias que se dan cuando se obtiene
información de una fuente confiable, pero se interpreta y ubica fuera de su
contexto real, dando a entender algo totalmente diferente y a veces hasta
exagerado.
Por supuesto, no falta quien maliciosamente mezcla datos de
diversas fuentes para redactar una historia que, sin ser mentira, puede afectar
la vida privada de una persona, ya sea de la vida pública o privada, poniendo
en duda su prestigio y honestidad. De la misma forma, también hay quienes, para
justificar su estatus social o sus haberes, abren al público únicamente la
información que puede ayudarle a cumplir sus objetivos.
En lo personal, siempre he
pensado y compartido que no hay nada como la verdad, especialmente cuando se
trata de estrategias de comunicación y relaciones públicas. Una mentira (en
cualquiera de sus formas: ocultamiento o manipulación de información, verdades
a medias, etc.), tarde o temprano saldrá a la luz generando desprestigio entre
todos los involucrados en la difusión de la mentira.
Mentir es decir algo que
no es cierto, o algo que es parcialmente cierto, de acuerdo a una porción muy
pequeña de realidad que se elige para argumentar. Cuando deliberadamente una
estrategia de comunicación se basa en este tipo de argumentos para ver la luz, para
construir relaciones, se está faltando a la verdad a través de la manipulación,
y constituye una falta grave a la ética en la labor del relacionista público.
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