Cuando el actual Presidente de los Estados Unidos llegó a la
mitad de su primer mandato hizo una reflexión pública sobre lo que hasta ese
momento consideraba su más grande error: la comunicación con los ciudadanos.
Fue en julio de 2012 (a dos años de haber iniciado su primer
ejercicio presidencial) cuando, durante una entrevista con el conductor del
programa “Esta Mañana” de la CBS, el Presidente Obama reflexionó: “Cuando
pienso en lo que he hecho bien y lo que he
hecho mal, el error de estos dos
años fue haber pensado que el trabajo del Presidente sólo era el ejercer
correctamente la política, lo cual es importante. Pero la naturaleza del
despacho es también comunicar al pueblo todo aquello que le dé un sentido de
unidad y optimismo, especialmente en épocas difíciles”.
Como era de esperar, su comentario mereció críticas por
parte de relevantes miembros del Partido Republicano. Mitt Rommey, por ejemplo,
señaló: “El presidente Obama cree que millones de americanos han perdido sus
casas y sus trabajos porque no supo comunicar una buena historia. Pero ser
Presidente no es sólo saber comunicar, sino saber ser líder y Obama ha fallado
en eso. Los americanos están perdiendo la fe en su Presidencia.”
Independientemente de los comentarios opositores, es evidente
que Obama empezó a hacer las cosas de manera diferente; ganó la reelección y,
según dicen los analistas, aun cuando hacia el final de su mandato hay
decepción por promesas incumplidas y reformas inconclusas (lo que motivó que
los demócratas perdieran el control del Senado), ha alcanzado algunos logros
que, dicen, perdurarán en el tiempo, entre ellos: salir de la crisis global,
hacer crecer la economía; fortalecer al dólar gracias a la aprobación de una
reforma financiera; y sacar la reforma en salud que permitió reducir el número
de personas sin seguro médico en alrededor de 5 puntos porcentuales.
El actual Presidente de México está próximo a llegar a la
mitad de su mandato y me parece que al igual que Obama en sus primeros dos
años, ha puesto mayor atención a la política, pero ha descuidado la
comunicación y ha perdido liderazgo.
Luego de un intenso año de conciliación y
negociación, logró
poner en el mapa político varias reformas a las que aún falta un buen tramo
para generar los beneficios prometidos a la sociedad. No obstante, eso le
mereció muchos señalamientos positivos especialmente en medios de comunicación
internacionales y, en especial, una muy comentada portada en la revista Time
del mes de febrero de 2014, encabezada como “Saving Mexico (Salvando a
México)”.
EMPIEZA A FALLAR LA
COMUNICACIÓN
Seis meses después y hasta lo que va del presente año, el
Presidente se sigue ocupando de la política, pero sigue sin recuperar liderazgo
y equivocando la estrategia de comunicación, además de convertirse en un
referente en las redes sociales debido a las frecuentes imprecisiones
geográficas en que ha incurrido, como el dar categoría de “estado” a ciudades o
el que durante una visita a la región Purépecha se refiriera al lugar como “Chichota”,
hasta que alguien le corrigió: “Chilchota”.
Los yerros comenzaron a partir de septiembre con la
desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela normal Rural Raúl
Isidro Burgos de
Ayotzinapa. A ello siguieron una serie de eventos que han ido
acentuando los errores en la comunicación. Al caso de Ayotzinapa siguió el de
la “Casa Blanca” de la Primera Dama, la del Secretario de Hacienda en el Club
de Golf de Malinalco, la cancelación del proyecto de tren rápido a Querétaro, el
viaje a Reino Unido, las casas del ex gobernador de Oaxaca en Nueva York, entre
las situaciones más notables en las que la comunicación no ha sido el “fuerte”
del Presidente.
Hay quienes dicen que la deficiente comunicación obedece a una
falta de sensibilidad y poca capacidad para brindar información y respuestas
adecuadas que reduzcan el impacto de cada situación. En lo personal me parece
que algo hay de eso, pero, además creo que aunque seguramente lo asesoran
expertos en comunicación y relaciones públicas, no sería difícil que, sabedor
de ser la máxima autoridad del país, desoiga las recomendaciones y actúe y
hable como mejor considere.
La comunicación gubernamental no sólo es deficiente en el
Presidente; alcanza también a varios de sus principales secretarios de estado,
incluyendo su esposa, y se ha visto reflejada en declaraciones poco
afortunadas, fuera de contexto, poco sensibles y sin considerar la retroalimentación
esperada por parte de los receptores de la comunicación, en este caso, los
ciudadanos, ante los temas que más le afectan, todo lo cual se combina para
acentuar esta crisis de comunicación.
Los dichos del entonces procurador de justicia ante el caso
de Ayotzinapa, la explicación de la Primera
Dama sobre la adquisición de la “casa blanca”, las poco convincentes respuestas del Secretario de hacienda y del ex gobernador de Oaxaca respecto a sus casas, son ejemplo de lo que ha incrementado la crisis de comunicación. Los hechos, o no son correctamente explicados o son malinterpretados, pero en cualquier caso dejan abierta la puerta a la especulación y a la libre interpretación, generalmente contraria a los intereses del Presidente, resultando en una pérdida de legitimidad y, consecuentemente, de liderazgo.
Dama sobre la adquisición de la “casa blanca”, las poco convincentes respuestas del Secretario de hacienda y del ex gobernador de Oaxaca respecto a sus casas, son ejemplo de lo que ha incrementado la crisis de comunicación. Los hechos, o no son correctamente explicados o son malinterpretados, pero en cualquier caso dejan abierta la puerta a la especulación y a la libre interpretación, generalmente contraria a los intereses del Presidente, resultando en una pérdida de legitimidad y, consecuentemente, de liderazgo.
Pareciera que el
Presidente guarda silencio sobre temas y hechos que ameritan respuestas fundamentadas
para ser creíbles, que deliberadamente no informa sobre temas coyunturales que
enfrenta el país y que lo realmente valioso para él es el ejercicio de la
política y las obras de lucimiento, aunque se inauguren sin estar concluidas.
Me da la impresión
de que el actual Jefe de Estado no tiene presente que, al menos en México, cada
Presidente es recordado más que por sus muchos o pocos logros, por las
situaciones complicadas que enfrentó y la percepción de cómo dejó al país. A
Calderón se le recuerda por haber iniciado la “guerra contra el narcotráfico” a
Fox, por sus frases desatinadas y su boda; a Zedillo, por la crisis del “error
de diciembre”, a Salinas de Gortari, entre muchas otras, por los crímenes de su
cuñado, su candidato y de un Cardenal de la Iglesia católica; a De la Madrid,
por su inoperancia después del terremoto de 1985; a López Portillo por la “colina
del perro”, a Echeverría por la crisis económica y su populismo, a Díaz Ordaz
por el 2 de Octubre…
En México, por lo
regular, los presidentes suelen reflexionar y hacer un balance al final de su
mandato y generalmente lo hacen en entrevistas con medios de comunicación. Todos
ellos generalmente reconocen que quedan temas pendientes y que hicieron su
mejor esfuerzo por dejar un México mejor a su sucesor.
Me parece que no ha habido un caso en el que un Presidente
de México se halla detenido a la mitad del camino para reflexionar y analizar
sus aciertos, pero más que nada sus retos, amenazas y áreas de oportunidad. Al actual Presidente le está llegando un
momento oportuno para hacerlo en conciencia, dejando a un lado la soberbia,
reconociendo sus límites pero, sobre todo, sin olvidar que el ejercicio del
poder es para servir no sólo a sus allegados y a quienes votaron por él, sino a
todo un país.
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