lunes, 22 de junio de 2015

EL OLFATO PERIODÍSTICO HUELE LA NOTICIA

El sentido del olfato está menos desarrollado en el hombre que en muchos animales, quizás porque no depende de él para buscar alimento, hallar pareja o protegerse del enemigo. Sin embargo, el olfato humano es el más sensible de todos nuestros sentidos.

En su libro “La Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman expresa que “La raíz más primitiva de nuestra vida emocional radica en el sentido del olfato” y recuerda que en tiempos remotos “el olfato fue un órgano sensorial clave para la supervivencia”. Quizá por analogía el periodismo acuñó la frase “olfato periodístico” para referirse a la aptitud para intuir (olfatear) el peso noticioso de los acontecimientos y sobrevivir frente a la competencia y, especialmente, ante los reporteros chacales.

Contrario al sentido del olfato, con el que todos nacemos y unos desarrollan más que otros, el olfato periodístico no es necesariamente nato a los reporteros y muchos han sufrido para entenderlo, desarrollarlo y capitalizarlo.

Una antigua amiga, Bertha Hidalgo, veterana periodista fallecida hace 10 años, publicó en 1995 el libro “Entre Periodistas”, en uno de cuyos capítulos narra algunas anécdotas sobre el tema de la carencia del olfato periodístico en jóvenes que pretendían iniciar su carrera como reporteros en una época en la que prácticamente no había escuelas de periodismo y los periodistas se hacían en la redacción. Estas son algunas de ellas:

Estar en medio de la nota y no darse cuenta


“Cuentan que siendo Subdirector de Excélsior (Víctor Velarde) envió a un joven periodista para que se hiciera cargo de cubrir un evento en un estado de la República. Por la noche el bisoño periodista llamó a su periódico y al comunicarse con Víctor, le explicó que no había podido recabar la información porque había caído una tromba y todo estaba inundado, que había numerosos cadáveres flotando en el agua y que las comunicaciones estaban interrumpidas, así
que le suplicaba que le consiguiera un vuelo en el primer avión que hubiera para regresar de inmediato, ya que ahí no había nada que hacer. Víctor, enfurecido, le dijo que se olvidara del avión y que investigara todo lo sucedido, número de muertos y daños causados por el siniestro y que pasara la información de inmediato, ya que estaba en medio de la noticia y no se había percatado de ello”.

Otra de las anécdotas es la siguiente: “Hace algún tiempo, allá por los años cuarenta aproximadamente, causó sensación la noticia de que se iba a realizar en el hermoso puerto de Veracruz la botadura del primer barco cargado de cemento. El día señalado para ese acontecimiento se congregaron en el puerto los representantes de todos los periódicos del país. Excélsior mandó a uno de sus reporteros para cubrir la información, la que nunca llegó, ya que al periodista le falló el olfato reporteril y al comunicarse telefónicamente con Víctor, sólo le dijo: ‘me regreso enseguida, jefe, no hay ninguna información porque en el momento de la botadura, el barco se hundió”.

Una más: “En otra ocasión, Víctor Velarde mandó a uno de sus reporteros a cubrir la noticia de otro desastre, provocado por una tormenta. El reportero se comunicó con Víctor dictándole la nota en los siguientes términos: ‘El cielo está ennegrecido, todo está inundado y sobre tanta desolación, Dios, desde lo alto de las montañas, contempla el desastre…’ a lo que Víctor contestó de inmediato: ‘¡Hombre, tiene usted suerte! Olvídese del desastre y entreviste a Dios.”

Un buen periodista desarrolla habilidades para saber qué es y qué no es noticia o para “hacer la noticia” a partir de un evento. Sabe cómo conseguir información, cómo estructurar todos los datos que va obteniendo, cómo entrevistar a los actores involucrados y, finalmente, cómo ordenar todos estos elementos para lograr una redacción que “atrape” al lector o al radio o televidente. Dicen que para trabajar una nota bien, hay que empezar pensando bien.

Este proceso pretende ser una forma sencilla de explicar lo que es el olfato periodístico y se traduce en la facilidad de decidir rápidamente y sin dudar, lo que el público debe y/o quiere saber. Lamentablemente no se enseña en las escuelas (aún no he visto una tira de materias en donde aparezca “Olfato 1, 2 y 3”), ni se compra en farmacias o tiendas de autoservicio. Es algo que se tiene que desarrollar a partir de la práctica y se perfecciona con la experiencia.

Una ayuda para ello es formarse el hábito de estar permanentemente informado. Esto implica empezar la mañana leyendo al menos los tres principales diarios (preferentemente si son de tendencias editoriales o ideológicas diferentes), incluyendo a sus principales columnistas y editorialistas, así como ver o escuchar los principales servicios de noticias matutinas de radio y televisión, todo lo cual es ahora más fácil gracias a las modernas tecnologías de internet.

Convertir esta práctica en una costumbre permite, entre otras cosas:
  • Conocer el universo informativo local, nacional e internacional.
  • Estar al corriente de la actualidad, reflexionar sobre ella y conocer el tratamiento que de ella hacen los medios.
  • Formar una opinión propia y reflexionar sobre la práctica periodística de cada medio.


En alguna ocasión, un maestro de periodismo me comentó que sus alumnos lo miran extrañados cuando les recomienda comprar diariamente el periódico. “Es absurdo; lo menos que puede esperarse de quien quiere ser periodista es que le gusten los periódicos. Si no te atraen los periódicos y todos los productos informativos, si no tienes la pasión de ver “cómo son por dentro”, estudiarlos, criticarlos y compararlos contra sus competidores, entonces mejor que estudien otra cosa”, decía.

Los periodistas de la vieja guardia así desarrollaban su olfato periodístico. Se hacían pasando por todos los niveles de la profesión empezando como ayudantes o “hueso” de la redacción, lo que les permitía conocer todas las áreas, desde la Dirección hasta los talleres de impresión, llenándose materialmente de tinta las manos y de ahí empezaban sus pininos hasta convertirse en reporteros.

En suma: el olfato periodístico no se desarrolla en las aulas sino en la práctica cotidiana. Se es periodista las 24 horas del día porque la noticia no tiene hora ni lugar específico para mostrarse esperando que un buen reportero la identifique y la “presente en sociedad”.


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