El sentido del olfato está
menos desarrollado en el hombre que en muchos animales, quizás porque no
depende de él para buscar alimento, hallar pareja o protegerse del enemigo. Sin
embargo, el olfato humano es el más sensible de todos nuestros sentidos.
En su libro “La
Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman expresa que “La raíz más primitiva de
nuestra vida emocional radica en el sentido del olfato” y recuerda que en
tiempos remotos “el olfato fue un órgano sensorial clave para la
supervivencia”. Quizá por analogía el periodismo acuñó la frase “olfato
periodístico” para referirse a la aptitud para intuir (olfatear) el peso
noticioso de los acontecimientos y sobrevivir frente a la competencia y,
especialmente, ante los reporteros chacales.
Contrario al sentido del
olfato, con el que todos nacemos y unos desarrollan más que otros, el olfato
periodístico no es necesariamente nato a los reporteros y muchos han sufrido
para entenderlo, desarrollarlo y capitalizarlo.
Una antigua amiga, Bertha
Hidalgo, veterana periodista fallecida hace 10 años, publicó en 1995 el libro
“Entre Periodistas”, en uno de cuyos capítulos narra algunas anécdotas sobre el
tema de la carencia del olfato periodístico en jóvenes que pretendían iniciar
su carrera como reporteros en una época en la que prácticamente no había
escuelas de periodismo y los periodistas se hacían en la redacción. Estas son
algunas de ellas:
Estar en medio
de la nota y no darse cuenta
“Cuentan que siendo
Subdirector de Excélsior (Víctor Velarde) envió a un joven periodista para que
se hiciera cargo de cubrir un evento en un estado de la República. Por la noche
el bisoño periodista llamó a su periódico y al comunicarse con Víctor, le
explicó que no había podido recabar la información porque había caído una
tromba y todo estaba inundado, que había numerosos cadáveres flotando en el
agua y que las comunicaciones estaban interrumpidas, así
que le suplicaba que le consiguiera un vuelo en el primer avión que hubiera para regresar de inmediato, ya que ahí no había nada que hacer. Víctor, enfurecido, le dijo que se olvidara del avión y que investigara todo lo sucedido, número de muertos y daños causados por el siniestro y que pasara la información de inmediato, ya que estaba en medio de la noticia y no se había percatado de ello”.
que le suplicaba que le consiguiera un vuelo en el primer avión que hubiera para regresar de inmediato, ya que ahí no había nada que hacer. Víctor, enfurecido, le dijo que se olvidara del avión y que investigara todo lo sucedido, número de muertos y daños causados por el siniestro y que pasara la información de inmediato, ya que estaba en medio de la noticia y no se había percatado de ello”.
Otra de las anécdotas es la
siguiente: “Hace algún tiempo, allá por los años cuarenta aproximadamente, causó
sensación la noticia de que se iba a realizar en el hermoso puerto de Veracruz
la botadura del primer barco cargado de cemento. El día señalado para ese acontecimiento
se congregaron en el puerto los representantes de todos los periódicos del país.
Excélsior mandó a uno de sus reporteros para cubrir la información, la que
nunca llegó, ya que al periodista le falló el olfato reporteril y al
comunicarse telefónicamente con Víctor, sólo le dijo: ‘me regreso enseguida,
jefe, no hay ninguna información porque en el momento de la botadura, el barco
se hundió”.
Una más: “En otra ocasión,
Víctor Velarde mandó a uno de sus reporteros a cubrir la noticia de otro desastre,
provocado por una tormenta. El reportero se comunicó con Víctor dictándole la
nota en los siguientes términos: ‘El cielo está ennegrecido, todo está inundado
y sobre tanta desolación, Dios, desde lo alto de las montañas, contempla el
desastre…’ a lo que Víctor contestó de inmediato: ‘¡Hombre, tiene usted suerte!
Olvídese del desastre y entreviste a Dios.”
Un buen periodista
desarrolla habilidades para saber qué es y qué no es noticia o para “hacer la
noticia” a partir de un evento. Sabe cómo conseguir información, cómo
estructurar todos los datos que va obteniendo, cómo entrevistar a los actores
involucrados y, finalmente, cómo ordenar todos estos elementos para lograr una
redacción que “atrape” al lector o al radio o televidente. Dicen que para
trabajar una nota bien, hay que empezar pensando bien.
Este proceso pretende ser una forma
sencilla de explicar lo que es el olfato periodístico y se traduce en la facilidad
de decidir rápidamente y sin dudar, lo que el público debe y/o quiere saber.
Lamentablemente no se enseña en las escuelas (aún no he visto una tira de
materias en donde aparezca “Olfato 1, 2 y 3”), ni se compra en farmacias o
tiendas de autoservicio. Es algo que se tiene que desarrollar a partir de la
práctica y se perfecciona con la experiencia.
Una ayuda para ello es formarse el
hábito de estar permanentemente informado. Esto implica empezar la mañana
leyendo al menos los tres principales diarios (preferentemente si son de
tendencias editoriales o ideológicas diferentes), incluyendo a sus principales
columnistas y editorialistas, así como ver o escuchar los principales servicios
de noticias matutinas de radio y televisión, todo lo cual es ahora más fácil
gracias a las modernas tecnologías de internet.
Convertir esta práctica en una
costumbre permite, entre otras cosas:
- Conocer el universo informativo local, nacional e internacional.
- Estar al corriente de la actualidad, reflexionar sobre ella y conocer el tratamiento que de ella hacen los medios.
- Formar una opinión propia y reflexionar sobre la práctica periodística de cada medio.
En alguna ocasión, un maestro de periodismo me comentó que sus alumnos lo
miran extrañados cuando les recomienda comprar diariamente el periódico. “Es absurdo;
lo menos que puede esperarse de quien quiere ser periodista es que le gusten
los periódicos. Si no te atraen los periódicos y todos los productos
informativos, si no tienes la pasión de ver “cómo son por dentro”, estudiarlos,
criticarlos y compararlos contra sus competidores, entonces mejor que estudien
otra cosa”, decía.
Los periodistas de la vieja guardia así desarrollaban su olfato
periodístico. Se hacían pasando por todos los niveles de la profesión empezando
como ayudantes o “hueso” de la redacción, lo que les permitía conocer todas las
áreas, desde la Dirección hasta los talleres de impresión, llenándose materialmente
de tinta las manos y de ahí empezaban sus pininos hasta convertirse en
reporteros.
En suma: el olfato periodístico no se desarrolla en las aulas sino en la
práctica cotidiana. Se es periodista las 24 horas del día porque la noticia no
tiene hora ni lugar específico para mostrarse esperando que un buen reportero
la identifique y la “presente en sociedad”.
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