La
condición humana nos lleva a aspirar a convertirnos en un personaje popular o
al menos a disfrutar de cinco minutos de fama, pero en proporción son pocos
quienes lo logran a nivel masivo. De acuerdo con el portal definición
ABC,
en países como España, Argentina, Italia, Estados Unidos y Perú, por citar
algunos, en estos fenómenos mediáticos por lo general coincide su falta de
educación, sus malos modales y en la especial la soberbia derivada por los
millones de personas, que los ven como si se tratara de seres iluminados.
En
todas las épocas y civilizaciones han surgido personajes que destacan por sus
dones o capacidades para determinadas actividades y que, de una u otra forma
influyen en grandes núcleos de la sociedad al grado de llegar a ser imitados,
especialmente por públicos jóvenes que por naturaleza buscan referentes
culturales o sociales. Son fenómeno
mediáticos que pueden ser efímeros o estar vigentes durante un cierto tiempo
dado su fragilidad al ser producto de comentarios y opiniones de los otros.
Margarita Rivière |
La
recién fallecida periodista española Margarita Rivière, en su estudio “Fama, medios de comunicación y opinión pública”,
señala que “El personaje mediático, transformado en icono y celebridad,
actúa como símbolo, embajador de valores y modelos sociales y creador de
opinión en todos los terrenos (desde la estética hasta la ética). También es
impulsor de cambios sociales.”
A
fin de cuentas, temprano o tarde, estos personajes “pierden el piso” y su fama cae
de manera estrepitosa. A lo largo de la historia moderna de México han surgido estos
fenómenos, marcadamente en los terrenos deportivos y artísticos y en menor
medida en los económicos, sociales y políticos. Algunos de ellos: Hugo Sánchez,
Javier Aguirre, el “Canelo” Álvarez, Fernando Valenzuela, el Subcomandante
Marcos. El más reciente: Miguel “El Piojo” Herrera.
Estudiosos
de la sociología y de los fenómenos mediáticos consideran que eventualmente
surgen personajes que destacan al ocupar un cargo de responsabilidad pública,
cuyos comportamientos y actitudes pueden influir de manera importante en la
vida de una sociedad, aunque muchos de ellos, como en el caso del “Piojo”
Herrera, ceden su protagonismo ante la posibilidad de ingresar a una nueva
elite exitosa. Sin tener un poder real logran un protagonismo mediático creciente
y pueden convertirse en modelos de referencia para una parte de la ciudadanía.
Francesco Alberoni |
Francesco Alberoni, sociólogo, periodista y
Catedrático de sociología quien fuera Presidente de la Radio Televisión
Italiana (RAI), expresa en su libro “La Elite sin Poder” que “En una sociedad
de tipo industrial, junto al poder efectivo de las élites religiosas,
políticas, económicas, se ha ido perfilando la función de una élite
irresponsable, compuesta por personas cuyo poder institucional es nulo, y que
por tanto no están llamadas a responder de su conducta ante la comunidad, y
cuya postura sin embargo se propone como modelo, influyendo en el
comportamiento”.
En la conformación de estos fenómenos
mediáticos influyen, desde luego, las redes sociales que los convierten en web celebrities que cobran fama ya sea porque
emergieron de las redes o porque llegaron a estas impulsadas por la televisión
y otros medios tradicionales.
Me
parece que el ex entrenador de la Selección Nacional de Futbol es un
representante de este modelo de fenómeno mediático en que fue convertido,
primero por los medios de comunicación, especialmente la televisión, y posteriormente
por la gran sociedad, extasiada por la manera en que influyó en los jugadores
durante el pasado mundial para hacerlos destacar, así como por su forma de
celebrar cada gol o de reclamar a los árbitros.
Herrera empezó a ser notorio por sus modales
como entrenador de la selección y antes, del equipo América. Fue obvio que a la
gran mayoría pasó desapercibido que esos modales que lindan con lo violento,
los traía desde su época de jugador, durante la cual no pudo lograr el
posicionamiento mediático que alcanzó como directivo.
Poco
a poco su estilo empezó a influir en grandes
núcleos de la sociedad,
especialmente los jóvenes y los fanáticos del fútbol. Conforme comenzó a crecer
su fama mediática, se empezó a convertir en un símbolo, embajador de
valores y creador de opinión en varios terrenos; le empezaron a llover propuestas para hacer
comerciales de los más variados productos y servicios, lo cual reafirmó su
popularidad al tiempo que le fomentó la soberbia.
Al
tiempo que crecía como fenómeno mediático, el equipo que dirigía empezó a
perder el rumbo y a no dar los resultados esperados y con ello surgieron las
críticas a su persona, muchas de ellas vertidas en opiniones como “no lo
distraigan con un partido, porque tiene que estar en forma para el siguiente
comercial”. Herrera empezó a perder el piso; se sintió con un poder que
realmente no tenía e incluso envió mensajes en las redes sociales apoyando a un
partido político.
Motivos
de crítica había muchos y al menos uno de sus críticos lo tuvo que encarar
públicamente en un aeropuerto. La soberbia ya era tal que Herrera no midió que
además de la posibilidad de ser grabada, portaba la camiseta que representa a
su país.
Como
resultado, los mismos medios que lo convirtieron en un fenómeno se encargaron
de exhibirlo como un villano. El caminar por la delgada línea que divide al
héroe del villano se había roto y el fenómeno empezaba a derrumbarse.
Lo
dicho: son fenómenos efímeros.
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