La semana
pasada comenté lo que implica el trabajo del reportero gráfico dentro de los
medios impresos y la importancia de la fotografía como evidencia objetiva de
una realidad. En la actualidad no menos importante en la labor informativa de
los diarios –y en algunos casos en la televisión- es la presencia de los
caricaturistas, quienes ilustran la realidad, especialmente la sociopolítica,
acorde a su propio estilo subjetivo, de forma irónicamente amena.
No hay medio
impreso que no tenga en sus páginas al menos una caricatura que por sí sola
pueda constituir un editorial, una crítica, una sátira o un “yo acuso” expresados
con humor. Y es que la caricatura es, justamente, un sinónimo de sátira y
humor. Por ello se dice que la risa es la aliada permanente de la caricatura.
A través de
la caricatura, su creador se burla de una realidad, de un evento o de una
persona, ya que la burla se considera como la proyección externa de una inconformidad
interna frente a una realidad observada. Para ello el caricaturista no necesita
muchas palabras y basa su crítica en el dibujo, que es mejor comprendido por el
lector, independientemente del estrato social en que se desenvuelve.
El término
proviene del italiano caricare que
significa recargar o exagerar, lo que implica que, a través de sus trazos se
aísla y resalta un defecto físico, mental, intelectual, moral, político, social
o económico, para magnificarlo y ridiculizarlo.
La caricatura
acentúa rasgos, los hace resaltar conservando la semejanza con la persona o
hecho a cuestionar. Tratándose de una persona puede alterar la nariz, el
vientre, el cabello o una circunstancia particular de su vida. Como dice el Dr.
Sergio Fernández, en la introducción del libro “La Caricatura Política” (FCE,
1955): “se trata de llamar la atención, de hacer ver –a veces al pueblo, a la
masa- los defectos, mirados con lente de aumento, del osado que se enfrenta a
la opinión pública”.
De acuerdo
con la doctora Carmen Curcó, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, el
surgimiento de la caricatura política se dio en Inglaterra: “En Holanda se
realizaban grabados alegóricos en los
que aparecían multitudes y se pretendía crear un equivalente visual de una
situación política. En Italia el rasgo central de la caricatura era la
deformación de la fisonomía. Con la síntesis de estas dos escuelas, en la
Inglaterra del siglo XV surge propiamente la caricatura política.”
"La Tiranía", publicada en El Iris |
En México, el
auge de la caricatura política se ubica hacia el Siglo XIX, poco después de la Independencia.
Según Agustín Sánchez González, historiador de humor gráfico, en 1826 el
italiano Claudio Linati introdujo la litografía al país, e imprimió el
periódico El Iris en el que se integró lo que se considera la primera
caricatura política en México titulada “Tiranía”, publicada el 15 de abril de
1826. (http://www.jornada.unam.mx/2006/09/10/sem-agustin.html)
A ella
siguieron otras publicaciones basadas en la sátira caricaturesca como: El Gallo
Pitagórico (1845), Don Bulle Bulle (1847), El Calavera (1847), El Tío Nonilla
(1849-1850), La Pata de Cabra (1856-1865) y casi a finales de siglo El Ahuizote
(1874) que fue hecho desaparecer por el presidente Porfirio Díaz por su
intolerancia a la crítica.
A lo largo de
los años, en nuestro país ha habido cientos de caricaturistas que han
participado en diarios y revistas y que han logrado plasmar con humor la crítica
social, política y económica, ya sea a través de caricaturizar a los actores
relevantes o a través de personajes desarrollados por ellos.
El Charro Matías y Don Gastón Billetes |
De estos
últimos son famosos los de los ya fallecidos Quezada, Rius y Ochoa. De Abel
Quezada: “El Charro Matías” (hombre zalamero que inspiraba lástima en las
antesalas de todos los políticos prometedores); “Don Gastón Billetes” (una
crítica a los nuevos ricos regiomontanos en los primeros años de la década de
los setenta); o “El Tapado”
(político que sería el candidato del PRI a la presidencia de la República, que se
popularizó en la sucesión presidencial de Adolfo Ruiz Cortines a Adolfo López
Mateos, en 1957).
Asimismo es
de recordar a Eduardo del Río “Rius” y sus personajes: “Juan Caltzonzin” (un indígena
con un alto conocimiento filosófico/político del entorno nacional y mundial); “Don
Perpetuo del Rosal” (eterno Presidente Municipal que lo mismo despachaba en la
oficina que en la cantina), o Don Plutarco
Iturbide, (el terrateniente dueño de
casi todo el pueblo). De igual forma a Francisco Ochoa González y su “Don
Concho, un político a la mexicana” con quien narra la anécdota política.
Don Perpetuo del Rosal y Calzontzin |
Pero la
caricatura política no se ha limitado a los medios impresos. La televisión
también les ha dado cabida desde los años cincuenta.
En 1952 surgió
en la incipiente televisión mexicana el programa Duelo de Dibujantes Raleigh, en el cual cuatro afamados artistas
plasmaban en un instante una realidad. Ellos eran Ernesto García Cabral “El
Chango Cabral”, Rafael Freyre “La Ranita”, Ernesto Guasp y Alberto Isaac. El
programa fue el primer lugar en rating durante casi cuatro años. Tiempo después
surgió otro programa llamado “Puntadas pintadas”, con el mismo García Cabral.
Años después la
televisión abrió el espacio a caricaturistas, como el caso de Sergio Iracheta,
Paco Calderón y Víctor Manuel Monjaráz “Vic”, o Mario Alberto Garduño “Maral”, quienes
realizaban cartones en espacios informativos de las televisoras mexicanas.
La lista de
los caricaturistas en México es larga, y a cual
más todos contribuyen a transmitir una realidad logrando que hasta los
temas más serios caigan en el ridículo y la burla, motivando a la reflexión por
parte de sus lectores. El poder la caricatura radica en la forma en que, con su
sencillez logra llegar al fondo de un tema o proyectar la personalidad de un
personaje; en una imagen y con pocas palabras puede desestabilizar hasta al más
ecuánime.
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