Hace algún tiempo me referí en este espacio al tema
de la organización y convocatoria a conferencias de prensa y señalé algunos
aspectos sobre su conveniencia y efectividad. Comenté que entre los elementos
importantes a considerar están: definir la intensión por la que se quiere
comunicar, la necesidad de un mensaje claro y estructurado y convocar
para anunciar algo importante que signifique noticia (novedad, algo que rompe
el statu quo).
La conferencia de prensa puede
resultar el mejor canal para dar explicaciones públicas sobre algún tema o
circunstancia que por su impacto, afecta a ciertos grupos de la sociedad. Cuando
los temas
son técnicos o especializados, el vocero se acompaña de expertos que respondan
a las preguntas de los medios.
Pero para que sea exitosa, el mensaje debe ser
claro, breve y noticioso, y el vocero debe sentirse convincente
y creíble para no perder el objetivo de comunicación. Abusar de las conferencias de prensa y del vocero cuando realmente no
hay nada noticiosamente impactante que
comunicar lleva a un descrédito tanto de la institución como del vocero, el
cual, poco a poco, en cada aparición, se desgasta y pierde credibilidad y
confiabilidad por parte de las audiencias a quienes se dirige.
Por eso una conferencia de prensa
debe responder a una estrategia bien diseñada entre la alta dirección y los
especialistas en comunicación y RP, que considere las posibilidades de éxito traducidas
en cantidad y calidad de la información y que contemple al mejor vocero para la
ocasión, lo que implica que no necesariamente sea la máxima autoridad quien la
presida.
Recientemente
ha leído y escuchado comentarios críticos sobre la conferencia de
prensa diaria
del Presidente de la República, irónicamente identificada como “la mañanera”.
Entre otras cosas se ha cuestionado si hay coincidencia de intereses entre
emisor y receptor; si son para informar o para denostar a quien lo critica o
para justificar acciones; si tienen caso cuando realmente no se responde a las
preguntas; si siembran más incertidumbres que certezas, y varios comentarios
más en el mismo tenor.
Me
queda claro que el objetivo del Presidente es hacer notar que está trabajando
en temas de “interés nacional”, fijar la agenda mediática del día y
autoalimentar su ego al convertirse en el único vocero y experto de todos los
temas de su incipiente administración.
Aristóteles escribió que existen tres tipos de argumentos persuasivos
que dan credibilidad a un mensaje; los tres tienen que ver con los atributos
del vocero: el Ethos, el Pathos y el Logos. El Ethos se
refiere a la mezcla de inteligencia, carácter y buena voluntad; el Phatos se relaciona con la emoción y la
motivación, y el Logos que tiene que
ver con la lógica y el razonamiento. La mezcla de los tres incide en la confiabilidad
del vocero que busca la empatía de sus audiencias.
La Doctora Nancy Henley, en el artículo “Perspectives on language and communication” publicado en el Journal of Women in Culture and Society
(1978) expresa que los voceros no necesariamente sólo son vistos en términos de
confiabilidad y experiencia ya que también influyen aspectos como el dinamismo,
la potencia con la que se transmite el mensaje, y la energía que aplica el
vocero al momento de comunicarse.
Por su parte, la Doctora Mary Munter, profesora de Comunicación Empresarial
de
la Tuck School of Business (New Hampshire) se refiere a cuatro dimensiones
para la aceptación del vocero y del mensaje. La primera corresponde a la
percepción de la buena voluntad y justicia con la que actúa el vocero, es decir
su preocupación y altruismo; la segunda es la experiencia y conocimiento real
que transmite el vocero; la tercera dimensión se relaciona con su prestigio, y
la cuarta dimensión es la “auto-presentación”, en otras palabras, su desempeño
al hablar: habilidad verbal, destrezas de uso del escenario, la semejanza con
el auditorio, el dinamismo y la energía que le pone a la presentación, y la
confianza que genera.
DRA. MARY MUNTER |
No
obstante que se percibe el atributo de buena voluntad del vocero, las
conferencias de prensa presidenciales –largas, cansadas y me parece que hasta aburridas-
están llenas de lugares comunes (expresiones triviales o ya muy empleadas,
según la RAE) en torno al combate a la corrupción, la justicia social, la
cuarta transformación y lo bien que va la actual administración y el país.
En
ellas no dejan de escucharse expresiones como: “no hay represión ni censura”, “me
canso ganso”, “no vamos a caer en provocación”, “eso sí calienta”, “amor y paz”,
“eso ya se acabó, estamos en un nuevo régimen”, acompañadas de eventuales calificativos
a ciertos sectores como “esos conservadores” “la prensa fifí”, citadas entre
largos vacíos orales y muletillas como “este” y “o sea”.
Los
cánones académicos establecen que en una conferencia de prensa se debe
de evitar enojarse, evadir respuestas, especular o incitar a la especulación al
no responder con claridad, gesticular, caer en provocaciones, improvisar, y
mostrar debilidad emocional o técnica. Tengo la impresión de que ello no se da
en las conferencias del Presidente.
El Presidente evade respuestas y no responde con claridad; evita
comprometerse y con ello debilita la confianza, misma que sus allegados tratan
de fortalecer a través de las redes sociales. Muchas veces parece improvisar
sus respuestas y en ciertos temas se refleja desconocimiento a fondo de la
situación, lo que genera tergiversación de la información y confusión.
El motivo de una conferencia de prensa es dar noticia y, desde que éstas
se iniciaron al día siguiente de asumir el cargo, el Presidente pocas veces lo
ha hecho. La más reciente este lunes 14 en que se dio a conocer que se llevaron
ante la Fiscalía General de la República cinco casos relacionados con el robo
de hidrocarburos, que incluyen a un ex funcionario de Pemex, un ex diputado
local y un ex Alcalde, y que se detectaron inconsistencias fiscales relevantes en
la que están involucrados 194 contribuyentes dedicados a la distribución de
hidrocarburos.
Me parece que sería adecuado y conveniente espaciar estas conferencias
y reservarla para este tipo de anuncios de impacto para no desgastar ni al
vocero ni a los reporteros asistentes y evitar comentarios que dañan la credibilidad
y confiabilidad de los funcionarios.
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