Cuando se
habla de buena y mala gestión de una crisis de comunicación, uno de los
ejemplos a que se recurre con frecuencia es el de la tragedia de Chernobyl,
nuevamente en los reflectores debido a una miniserie producida para la
televisión de paga.
Aun cuando
en más de 30 años no ha habido claridad sobre lo que provocó esta tragedia, la
serie pone en contexto lo que pudo ser su principal detonante. El jueves de la
semana pasada el periodista Pascal Beltrán del Río publicó, en
referencia a esa
miniserie: “En un momento culminante del
drama histórico, el investigador Valeri Legásov (protagonizado por Jared
Harris) revela la existencia de una falla de diseño en los reactores RBMK,
ideados por la URSS, misma que se había querido ocultar. ‘Somos el único país
del mundo que construye reactores nucleares enfriados por agua, moderados por
grafito, con un coeficiente vacío positivo’, dice Legásov. Y después de un
momento de silencio, explica la razón: ‘Porque es más barato’. Ahorrar en
cuestiones esenciales puede ser desastroso, incluso mortal”.
Chernobyl
es un caso de mala gestión de crisis (tanto la técnica-operativa como de
comunicación). Luego de la explosión se inició un proceso de información
ascendente para que las altas autoridades políticas (Mijaíl Gorbachov) tomaran
decisiones. Tenía poco de haber iniciado la Glasnost
(apertura) y en principio se decidió ocultar la tragedia; eventualmente,
después de 36 horas sólo se informó de un problema en la planta nuclear “para
evitar el pánico”.
Las
primeras decisiones sobre la crisis fueron de carácter político, pero los
políticos olvidaron que en la escena de esta tragedia, además del personal de
la planta y de los habitantes de la
ciudad de Prípiat, otros actores serían los corresponsales de prensa
extranjeros, el viento que transportaría la nube radiactiva a otros lugares, y
autoridades de países vecinos. En cosa de horas, a los corresponsales radicados
en Moscú los coparon y les impidieron acercarse a la zona del accidente, aunque
ya habían enviado adelantos informativos; el viento expandió la radiación y Suecia y Reino Unido fueron los primeros
países en detectar lluvia radiactiva sobre sus territorios y poco a poco otras
naciones europeas presionaron a Moscú. Mientras tanto, en los medios de
comunicación soviéticos aún no aparecía ninguna información sobre alguna
amenaza nuclear.
Uno de los
factores a considerar en la prevención de crisis es el diseño de escenarios de
crisis imaginarias y las posibles secuencias de acción, aunque en muchas
ocasiones la realidad supera hasta el escenario más exagerado que pudiera
plantearse. Esto pone los pelos de punta a cualquier funcionario que está
seguro de que a su institución no le podrá ocurrir ningún tipo de crisis porque
en ella “todos son profesionales responsables y conocedores”.
Planear
escenarios no es sencillo, ni aun cuando se trate de un evento programado como
el cierre de una planta, reducción de personal o la construcción de una planta
nuclear.
Regularmente toma varios meses de preparación en los que se realiza
investigación y consultas variadas, e involucra variables como: Identificar elementos que pueden tener un efecto sobre cada área específica de una organización y en sus relaciones comerciales y gubernamentales; catalogar elementos para seleccionar los que pueden resultar prioritarios por su importancia o su impacto público; tener información precisa sobre las posibles implicaciones del escenario; actores involucrados (actuales y potenciales, a favor y en contra); tomadores de decisión; influenciadores; posibles beneficiarios y perjudicados en cada escenario; eventos que pueden resultar críticos en una secuencia temporal y otros más en función a posibles coyunturas por elementos contextuales que pudieran surgir.
investigación y consultas variadas, e involucra variables como: Identificar elementos que pueden tener un efecto sobre cada área específica de una organización y en sus relaciones comerciales y gubernamentales; catalogar elementos para seleccionar los que pueden resultar prioritarios por su importancia o su impacto público; tener información precisa sobre las posibles implicaciones del escenario; actores involucrados (actuales y potenciales, a favor y en contra); tomadores de decisión; influenciadores; posibles beneficiarios y perjudicados en cada escenario; eventos que pueden resultar críticos en una secuencia temporal y otros más en función a posibles coyunturas por elementos contextuales que pudieran surgir.
Para sus
mejores resultados, la planeación de escenarios requiere de un equipo
interdisciplinario que escriba el guion de una película de suspenso en donde
hay ambigüedad, sorpresa y situaciones de lo más inverosímiles e irreales. Los
escenarios se diseñan a partir de la realidad actual y se van construyendo a
través de una probable secuencia de situaciones circunstanciales o coyunturales
que pudieran presentarse y que ayuden a sensibilizar a quienes deben tomar
decisiones ante un posible acontecimiento.
No se
trata de adivinar el futuro, sino de contemplar las distintas posibilidades que
se tienen para lograr un objetivo y controlar con efectividad aquello cuya
eventual ocurrencia se quiere evitar. Se parte de la premisa de que el futuro
no es predecible y que nunca hay disponible información sobre el mismo.
En el caso
de Chernobyl, el doctor
Zoltán Szatmáry, de la Universidad de Budapest dice que el evento tuvo tres
antecedentes: errores en la construcción de la planta, con tecnología obsoleta
y complicados mecanismos de control; problemas de administración dado que el
plan de trabajo rompió varias normas de seguridad; búsqueda permanente de
resultados científicos espectaculares en la construcción de reactores nucleares
para superar a los Estados Unidos.
Pierre Fayard, Profesor emérito de la Universidad de Poitiers y creador de la Red Internacional de
Comunicación de Ciencia y Tecnología, concluye en un artículo escrito para la revista Telos, de España: “Con Chernobyl, lo que se coloca en
el banquillo de los acusados es el patinazo tecnocrático, resultante de la
Santa Alianza de lo político y lo tecnológico. El debate público se refiere a
la cuestión de saber si hay que poner en práctica programas en base a los
exclusivos criterios de su posibilidad o de su interés económico y técnico, o
si, parafraseando a un gran desaparecido, lo político debe mandar sobre la
investigación y sus aplicaciones (“el partido debe mandar sobre el fusil”, Mao
Ze Dong). Ahora bien, tanto la contaminación como la producción de desechos
radiactivos que perdurarán durante centenares de años son el resultado de la
mayor irresponsabilidad.”
Excélsior 10/06/2019 |
El actual régimen en México tiene en perspectiva varios
proyectos de infraestructura en los que, al parecer, no hay estudios de
factibilidad técnica-financiera, de impacto ambiental y de potencial de mercado;
mucho menos planeación de escenarios. Las decisiones se están tomando desde la
política, no desde la tecnología y el respeto a la legalidad, igual que en Chernobyl.
Dudo, por ejemplo, que se tenga escenarios para el Aeropuerto
de Santa Lucía, en donde, además de un presupuesto limitado y corto tiempo para
su construcción, se tienen: un cerro, vientos cruzados, neblina, complejidad
para vuelos simultáneos, problemas de agua y un panteón nuclear a menos de 14
kilómetros de distancia del futuro Aeropuerto.
Por eso vale la pena recordar Chernobyl: “Ahorrar en
cuestiones esenciales puede ser desastroso, incluso mortal”.
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