Difícilmente
un hombre puede ser experto en varios temas a la vez. Lo normal es que cuando un
individuo decide a qué se va a dedicar, empiece a estudiar y acumular
conocimientos que le permitan desempeñar
la actividad elegida y, con el tiempo, acumular experiencia y enriquecer el
ejercicio de su actividad.
Eso
implica que un individuo puede volverse experto en aquello a lo que se dedica e
inclusive aportar a la sociedad o a la academia avances en su materia, pero también es un ignorante de otros temas y
actividades. Considerando el tamaño del conocimiento que hay en la actualidad,
el hombre es ignorante en la mayoría de las cosas y la ignorancia es un problema
que se acrecienta y genera incompetencia.
En
junio pasado mi amigo Pedro López Sela escribió en el portal de Expansión: “Recientemente ha surgido una pandemia caracterizada por el
hecho de que cualquier persona “se siente” con las facultades suficientes para
cuestionar lo que sea, sin importar que haya datos o información previa que
demuestre lo contrario. Esto sucede con mayor frecuencia en quienes tienen una
posición de poder o influencia, sin que necesariamente sean especialistas en
determinados temas. Esa pandemia se llama ignorancia. ”
Cuando un ignorante no reconoce sus limitaciones y
asciende a posiciones de influencia, aun
cuando se rodee de expertos que le asesoren en aquello que ni conoce ni domina,
si no los escucha su propia ignorancia le lleva a lo que Lawrence J. Peters denomina
su nivel de incompetencia lo que a la postre genera serias repercusiones
negativas tanto para él como para quienes le rodean o han confiado en su
“experiencia”.
Es de
suponer que un presidente se haga rodear por expertos en los diferentes asuntos
en que debe trabajar, especialmente cuando se trata de temas
económico-financieros, políticos, laborales, salud y educación; pero una cosa
es tenerlos cerca y otra escucharlos y respetar sus opiniones. El resultado es,
como dice López Sela en su columna: “Cuando los más
ignorantes se empoderan (o los empoderamos) se permiten ‘opinar’ y/o
‘argumentar’, sin datos, inclusive sobre temas que han sido discutidos,
documentados, acordados y probados y que hasta ya son parte del conocimiento
básico con el que cuenta o debe contar la población en general.”
Cuando eso sucede poco a poco se
empieza a manifestar el nivel de incompetencia y empieza a fallar en el
liderazgo que, entre otros factores, lo llevó al poder.
Elaine C. Kamarck |
Elaine C.
Kamarck, Directora fundadora del Centro para la Gestión Pública
Efectiva en Washington D.C. escribe en su libro “Why Presidents Fail” (Brookings Institution Press, D.C. 2016):”El liderazgo
presidencial exitoso ocurre cuando el presidente es capaz de poner en equilibrio
tres habilidades: política, comunicación y ejecución. Cuando no hay equilibrio, cuando esos
componentes del liderazgo están fuera de control, viene el fracaso.”
En la actualidad parece una tendencia que los presidentes en
diferentes países fallen en poner en balance estos tres factores y dan el
énfasis de su gestión mayoritariamente en uno de ellos, especialmente el factor
política y el de comunicación. La gran falla es darle el peso adecuado a la
ejecución.
El doctor
Samuel Kernell, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de California
expresa en el libro “Going Public” (CQ Press, 2006) que en la actualidad “Los
presidentes modernos han perdido el balance requerido para un buen liderazgo:
pasan demasiado tiempo hablando y sustituyen equivocadamente el hablar por el
hacer.” Y agrega que en la era de los medios, la obsesión por la comunicación
“es un engaño que inevitablemente se derrumba ante el fracaso gubernamental.”
Es
evidente en muchos casos que los presidentes no logran ese balance de factores
y por tanto les es difícil cumplir con sus promesas de campaña lo que deriva en
una disminución paulatina de su liderazgo ante sus gobernados. Larry Bossidy
and Ram Charan, en su libro “El arte de la Ejecución en los negocios” (Edit. De Bolsillo, 2017) expresan que las
estrategias generalmente fallan porque no son correctamente ejecutadas, de
manera que lo que se supone que debería ocurrir, no sucede.” En el caso de los
presidentes expresan que “pueden ser elegidos por su capacidad de inspirarnos y
hacernos sentir bien. Pero tienen éxito, tanto a corto como a largo plazo, por
su real capacidad real de actuar correctamente”.
En Administración el principio de Peter o principio de
incompetencia afirma que las personas que realizan bien su trabajo son
promocionadas a puestos de mayor responsabilidad, a tal punto que llegan a un
puesto en el que no pueden formular ni siquiera los objetivos de un trabajo, y
alcanzan su máximo nivel de incompetencia. Este principio, formulado por Laurence
J. Peters afirma que "Los mejores trabajadores no siempre son los mejores
gerentes".
Si pensamos, por ejemplo, en el presidente de Estados Unidos,
gestiona su presidencia a base de reiterativos discursos y mensajes en las
redes sociales, con poca a nula atención a la opinión pública; su balanza de
liderazgo es fuerte en comunicación pero débil en política e implementación. Su
nivel de incompetencia parece estar en el plano de los negocios: generalmente bueno
para todo tipo de negocios pero malo para la presidencia.
Samuel Kernell |
En México el actual presidente se ajusta a la perfección a lo
que describe Kernell: “Los presidentes en la actualidad desperdician
más y más tiempo hablando en mítines y viajando, lo que significa que pasan
menos tiempo en el trabajo.”
Tenemos un presidente cuya ignorancia le impide ver que la
campaña electoral finalizó en junio del mes pasado y que el trabajo de gobernar
no es comparecer todas las mañanas durante dos horas para reiterar mensajes,
mofarse de sus “adversarios”, corregir a sus colaboradores; tampoco lo es mostrar
insensibilidad ante muchos eventos que suceden en el país y viajar únicamente
dentro del territorio nacional, desdeñando eventos internacionales. Su balance
de liderazgo se centra en la comunicación y en menor medida en la política,
pero no en la implementación y ejecución.
Parafraseando a Peters: en cuanto a México los mejores
líderes sociales no siempre son los mejores presidentes; la permanencia en
campaña es su nivel de incompetencia. Tenemos un ignorante empoderado.
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