martes, 2 de junio de 2015

ELECCIONES: PALO CON JUAN…


Finalmente, esta semana dejaremos de escuchar y ver, especialmente quienes no tenían la posibilidad de cambiar de estación o de canal, los spots de los partidos políticos en su afán por salpicarse de lodo unos a otros con tal de llegar a una posición desde la cual se supone que darán servicio a los mexicanos.

En tres meses de bombardeo, nunca se escuchó una propuesta, un compromiso alcanzable y medible o una acción que pusiera de manifiesto la honestidad de sus intenciones para llegar a una curul, una gubernatura, o a una presidencia municipal o
delegación política. Fuera de esos segmentos repetitivos avalados por el Instituto Nacional Electoral, que nunca fueron noticia, los medios de comunicación se ocuparon más bien del análisis situacional, del contexto en que se dieron las campañas y, eventualmente, en detonar, exhibir y/o dar seguimiento, ese sí informativo, a las irregularidades, reales o creadas, de algunos de los candidatos.

En tanto los políticos –o aspirantes a ello- buscaban por todas las formas ganar el voto de los ciudadanos para llegar “al poder”, los medios de comunicación hacían su trabajo de observar, investigar, preguntar y verificar la veracidad de sus fuentes para detectar, analizar y en su caso denunciar o comentar públicamente posibles abusos, injusticias, fraudes, errores, torpezas u omisiones que pusieran de relieve la calidad de dichos aspirantes, sea experimentados o noveles.

Así nos enteramos de los aviones rentados por una candidata, del enriquecimiento ilícito de algunos gobernadores, de candidatos ligados a carteles de

narcotraficantes, de supuestos sobornos a candidatos para declinar a favor de otros, etcétera. Posiblemente en los días que faltan para las elecciones o poco después de éstas, algún medio nos revele algún otro descubrimiento que ponga en evidencia a algún candidato, seguramente ganador.

Mi madre solía expresar “Palo con Juan… y Juan pegado”, cuando, a pesar de que alguien era molestado por otro, el primero seguía buscando al segundo. Una expresión que puede aplicar a la relación que existe entre los políticos y los medios de comunicación.

Excepto que exista una ceguera ideológica o un compromiso, las relaciones entre medios y políticos no son fáciles. Generalmente existe cierto temor en los hombres públicos de que algún medio –o cualquier rival a través de algún medio- pongan de relieve debilidades, actos de corrupción, riquezas “inexplicables”, complicidades obscuras o actos amorales, que pongan en cuestionamiento sus aspiraciones políticas. No obstante, también buscan a los medios y están abiertos a entrevistas con afán de darse a conocer y buscar que su nombre genere alguna recordación por parte de los electores para alcanzar la posición deseada.

DR. GABRIEL COLOMÉ
En esta relación los protagonistas en ambos lados buscan ganar: los medios una noticia, los políticos un espacio por el que sean recordados. El Doctor Gabriel Colomé, Doctor en Ciencia Política y Director de la Maestría en Marketing Político de la Universidad Autónoma de Barcelona lo expresa así: “El contacto con los periodistas se torna una rutina cotidiana para el sistema político. No obstante, esta necesidad posee una naturaleza bilateral. En consecuencia, los periodistas requieren, asimismo, de los sujetos políticos para llevar a cabo su trabajo. Éstos les proporcionan una gran cantidad de materia prima para la elaboración de sus productos informativos, llegando a convertirse en verdaderas fuentes privilegiadas de la actualidad periodística. Los políticos constituyen un foco constante de generación de noticias al que la profesión periodística difícilmente puede renunciar”.

¿Cómo entender esta relación?

El doctor Andreu Casero-Ripollés, Profesor titular del Departamento de Ciencias de la Comunicación y director del Grado en Periodismo de la Universidad Jaume I de Castellón, realizó un estudio denominado “Modelos de relación entre periodistas y políticos: La perspectiva de la negociación constante”, en el que menciona algunos patrones de la relación entre periodistas y políticos:

El primero es el modelo “adversarial”, en el que el periodismo se concibe como un cuarto poder o un verdadero “gobierno en la sombra” cuya función es supervisar sistemáticamente la actuación del sistema político e informar de la misma a los ciudadanos, para que éstos puedan obrar en consecuencia. Es un modelo en el que los periodistas sólo deben lealtad a su público. Como resultado, la relación entre ambos ámbitos se articula a partir de la rivalidad y la desconfianza mutua que derivan en frecuentes enfrentamientos y en la puesta en práctica de campañas de hostigamiento

El segundo es el modelo colateral, caracterizado por el predominio del paralelismo político: los periodistas son como portavoces de puntos de vista similares a los sostenidos por partidos e instituciones políticas, convirtiéndose en paladines de ideas y posiciones defendidas por los políticos. Pese a que conservan su independencia, actúan respondiendo a pautas trazadas por la clase política. Se trata de un periodismo “complaciente”. No obstante, un exceso de control político puede redundar en fenómenos de pérdida o deterioro de la credibilidad de los periodistas.

El tercer modelo es el de la competencia, en el que ambos ámbitos pugnan por controlar la definición de los problemas políticos que afectan a la ciudadanía y de las percepciones públicas a ellos asociadas. En este contexto, las organizaciones mediáticas buscan un poder de influencia alternativo al detentado por los partidos e instituciones políticas. En esta lucha los periodistas “hacen política” con los mismos objetivos de los políticos: el liderazgo de la opinión pública, el consenso, la credibilidad y la legitimación.

La cuarta variante de la relación entre periodistas y políticos corresponde al modelo del intercambio. Su punto de partida estriba en la mutua dependencia existente entre ambos sistemas que provoca que medios y políticos prefieran el acuerdo al conflicto. Bajo una visión pragmática se instaura una colaboración táctica a largo plazo, orientada a la obtención de beneficios para ambas partes. Así, por ejemplo, un medio televisivo ofrece un tratamiento informativo favorable al
Gobierno y, paralelamente, arremete contra sus rivales políticos como pago por la obtención de nuevas concesiones administrativas o licencias de emisión para abrir nuevas estaciones de radio o establecer nuevos canales de televisión.

No obstante, el enfoque del intercambio no excluye los enfrentamientos y rivalidades, lo que implica que, a pesar de su interdependencia, ambos sistemas preservan su autonomía relativa y no se hallan en una posición de subordinación a priori.

Me parece que a lo largo de los meses anteriores, el modelo de relación medios-políticos que ha prevalecido en México ha sido el primero, sin soslayar que en algunos casos se haya dado alguno de los otros o una combinación entre el primero y los demás.

Independientemente de ello, y sin afán de generalizar, lo importante es que a través de esta relación hemos podido conocer y reflexionar sobre algunos de los candidatos o candidatas a puestos de elección y, por lo menos saber de qué pie cojean. En cada votante estará el decidir si quiere seguir como “Juan pegado”.


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