lunes, 28 de marzo de 2016

¿MURIERON LAS MÁQUINAS DE ESCRIBIR?

 A principios de año leí un artículo en BBC referido a aparatos que se resisten a pasar de moda como el tocadiscos o el walkman. El primero, debido a la
creciente reaparición de los discos de vinil,  y el segundo como estrategia de venta de un reproductor digital en un aparato similar al original de casetes.

En realidad se trata de tecnología digital del Siglo XX instalada en la versión “retro” de los aparatos originales. Lo mismo sucede, por ejemplo, en las nuevas cámaras instantáneas con la apariencia de las originales de hace 50 años; o aparatos de radio que recuerdan a los viejos modelos de los años 80, pero con tecnología de vanguardia en cuanto a su funcionamiento.

La máquina de escribir fue en su tiempo la herramienta a través de la cual se escribieron todo tipo de textos: desde modestas cartas personales hasta reconocidas obras literarias, pasando, desde luego, por un sinfín de notas periodísticas. En la actualidad es una pieza desconocida por la gran mayoría de jóvenes que dominan el internet y escriben en Twitter o en Facebook, para quienes sólo es una pieza de museo.

Pero la magia de escribir a máquina en un artefacto totalmente mecánico se reivindicó el pasado mes de enero, La máquina de escribir  fue el eje en torno al cual se realizó una exposición en el Museo de Arte Moderno de Moscú denominada “200 pulsaciones por minuto”.

La exposición presentó una gran colección de máquinas de escribir que incluyó ejemplares desde el siglo XIX hasta finales del XX, cuando fueron jubiladas por las computadoras. Máquinas empleadas por autores rusos como León Tolstoi quien en una Underwood (no Frank) escribió "No puedo callarme", manifiesto contra la pena capital zarista, que es considerado precursor del movimiento de defensa de los derechos humanos.

La muestra fue organizada, entre otros, por el Museo Politécnico de la capital rusa, que posee una de las mayores colecciones de máquinas de escribir del mundo y cuya Subdirectora, Natalia Serguiévskaya, comentó: "La máquina de escribir se ha convertido en historia ante nuestros propios ojos. Ahora nadie sabe cómo usarla o qué es el papel carbón".

En el mundo de los teléfonos móviles y las tabletas, para los jóvenes una máquina de escribir es un objeto casi arqueológico, poco práctico y estrafalario, aunque sólo sea por su tamaño, ya que nunca se hicieron de bolsillo.

Reportajes escritos sobre esta exposición reflejan algunas actitudes y comentarios como los siguientes:
  • Sorpresa al descubrir que en las máquinas más antiguas el espaciador es de madera o al saber que sólo se podían hacer cuatro copias, con papel carbón (desde luego, preguntaban qué es el papel carbón).
  • Incredulidad al saber que cualquier equivocación equivalía a repetir toda la hoja o, a mediados del Siglo pasado, a emplear un líquido corrector y que corregir un borrón era una labor casi milagrosa.
  • Asombro al enterarse de que las siglas “CC” en el menú de envío de los correos electrónicos es un acrónimo de “Copia al carbón”, referido a los duplicados que se podían elaborar.
  • Suspicacia al saber que el poder de las máquinas de escribir fue tal que, en la antigua URSS entre los años treinta y los cincuenta, la posesión de una requería autorización oficial y la KGB podía identificar al autor analizando un texto mecanografiado.
  • Admiración ante el hecho de que, también en la URSS, se tenía que recurrir a la distribución clandestina de textos copiados a máquina para eludir la censura oficial, lo que obligaba a los autores y a sus amigos a teclear cientos de copias sin ayuda de una imprenta o una fotocopiadora; todo bajo estricto control del KGB.


Se dice que a finales del siglo XIX la compañía Remington envió personalmente una máquina a León
Tolstói, quien después dejó de escribir pues se sentía más cómodo dictando sus obras al fonógrafo, de donde posteriormente su esposa las redactaba. Así fue cómo redactó a viva voz su indignación por el ajusticiamiento de veinte campesinos en 1908, grabación que se podía escuchar en la exposición.

La exposición incluyó máquinas como la Erika, marca de las más  conocidas y solicitadas de las que se fabricaron en la Alemania del Este, que fue empleada por Alexandr Solzhenitsin ("Archipiélago GULAG"); las Remington de Mijaíl Shólojov ("El Don apacible") y Vladímir Mayakovski, y la Royal Standard del poeta Joseph Brodsky, casi todos perseguidos por las autoridades soviéticas.

En este viaje a la nostalgia participaron muchos particulares, que cedieron voluntariamente sus máquinas de escribir para la exposición, donde se recordó que el italiano Pellegrino Tulli fue el inventor en 1908 de la primera máquina de escribir.

Pero lo más increíble es que las máquinas pueden haber desaparecido de nuestras vidas pero aún perviven, ya que algunos órganos estatales no pueden hacer copias digitales de ciertos documentos altamente secretos, por lo que recurren a este artefacto.

El Servicio Federal de Protección (FSO), agencia responsable por la seguridad de los altos funcionarios del Kremlin, colocó recientemente una orden de compra de máquinas de escribir por casi $15.000  dólares. Aunque la FSO no dio explicaciones de por qué las necesita, una fuente del organismo le dijo al diario Izvestiya que el objetivo era evitar las filtraciones que pueden darse al usar computadoras.

"Después de los escándalos por la distribución de documentos secretos de WikiLeaks, las revelaciones de Edward Snowden, los reportes de que Dmitry Medvedev (primer ministro ruso) fue espiado durante la cumbre del G20 en Londres (en 2009), se decidió expandir la práctica de crear documentos en papel", dijo la fuente. Agregó que las máquinas de escribir ya se utilizan en los ministerios de Defensa y Emergencia de Rusia para escribir borradores y notas secretas, y que algunos informes para el presidente Vladimir Putin se escriben a máquina.

Hace un par de años, el portal español “El Confidencial” publicó sobre un proyecto que conjuga lo mejor de los dos mundos, el moderno y el pasado. Se trata de una máquina de escribir convencional, con teclado mecánico, pero que  sustituye el papel por una pantalla de tinta electrónica y almacena los documentos en la nube. El caso es que da la sensación de estar escribiendo en una máquina mecánica del siglo pasado.

En lo personal, aunque la tecnología actual facilita mucho la escritura de textos, no puedo olvidar que mis primeros escritos juveniles fueron hechos en una Smith Corona portátil y que mi tesis profesional y mis primeros reportes para el periódico fueron mecanografiados en máquinas de escribir.



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