lunes, 30 de marzo de 2015

EL PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN

El caso Aristegui-MVS, más allá del tema laboral y político debe llevar a una reflexión sobre lo que implica el periodismo de investigación. Al parecer, la situación se desencadena por el reportaje de la famosa “casa blanca” de la actual esposa del Presidente de la República, producto de un trabajo de investigación periodística.

La historia del periodismo nos presenta casos de reportajes producto de meticulosas investigaciones que lo mismo han desentrañado situaciones de corrupción en la que se ven envueltos funcionarios gubernamentales, que tambalear gobiernos o incluso llevar a la renuncia de jefes de estado.

Este tipo de periodismo data de principios del siglo pasado, ejercido por periodistas identificados como “Muckrakers” (removedores de basura) que, en Estados Unidos, se dedicaban a denunciar públicamente la corrupción política, la explotación laboral y una serie de abusos, inmoralidades y trapos sucios de personajes e instituciones de la época y que evolucionó para convertirse en un periodismo de oposición al poder y que busca provocar respuestas.

Se trata de un estilo de periodismo que a partir de la década de los sesenta logra su consolidación a través de lo que se identificó como el “Nuevo Periodismo” surgido de una toma de conciencia de la libertad y derechos del pueblo frente a los gobernantes, influenciados por la revolución de mayo de 1968.

Surgieron así periodistas que no se conforman con las versiones oficiales; se vuelven desafiantes y escépticos frente al poder y velan por los intereses
ciudadanos. Seguramente el caso más memorable es el del “Watergate” que desembocó en la renuncia del entonces Presidente de los Estados Unidos, Richard  Nixon.  

En ese caso la prensa jugó un papel decisivo: Dos periodistas del Washington Post - Bob Woodward y Jonathan Bernstein- publicaron en agosto de 1972 la noticia de que un intento de robo en la sede demócrata en el edificio Watergate había sido pagado con fondos provenientes del Comité de Reelección del Presidente  (CREEP por sus siglas en ingles). Los periodistas recibieron la ayuda anónima de un informante identificado como Deep Throat (Garganta Profunda), quien les reveló que el espionaje telefónico contra el Partido Demócrata era una actividad planeada por los principales asesores de Nixon. Bernstein y Woodward utilizaron con frecuencia el teléfono y contactaron con centenares de interlocutores, desde secretarias hasta estudiantes, para contrastar sus fuentes con la información dada por “Garganta Profunda”, hasta estar seguros de la veracidad para, finalmente, sacarlo a la luz pública.

ALGUNOS CASOS NOTABLES

Pero no es el único caso, como seguramente la “casa blanca”, la “casa de Videgaray” y las propiedades de los Murat en Estados Unidos no serán los únicos, aunque posiblemente caigan en el olvido.

Gracias a investigaciones periodísticas, Fernando Collor de Melo, Presidente de Brasil, se convirtió en el
primer mandatorio latinoamericano en ser destituido por corrupción (1992). La prensa brasileña dio a conocer revelaciones de su propio hermano, Pedro Collor, sobre tráfico de influencias, contratos y negocios ilícitos de sus allegados, desvíos de fondos, y enriquecimiento inexplicable de amigos y colaboradores que habían sido colocados en lugares claves del gobierno, incluido el Banco Central; asimismo el que la primera dama, Rosane Malta, se había apropiado de fondos públicos de la Legión Brasileña de Asistencia.

En otro ejemplo, en la década de 1980 el periodista francés Hervé Liffran, del semanario Le Canard Enchaîné (El Pato Encadenado), descubrió que la ciudad de París había firmado contratos millonarios con grandes empresas de abastecimiento de agua, escandalosamente costosos para los
contribuyentes. Más adelante utilizó los registros de votación, abiertos al público, para revelar que la ciudad de París había cometido fraude electoral; él sólo verificó las listas de votantes y si en efecto vivían en edificios propiedad de la ciudad. En 2011 señaló supuestos actos de corrupción y tráfico de influencias en la asignación de obras de un ente público y fue demandado por la constructora Bouygues.


Liffran ha expresado lo que es la esencia de la investigación periodística: “La gente quiere leer lo que no encuentra en otros medios. Y cuando se siente satisfecha de lo que le das y de tu independencia del poder de las élites, el éxito es seguro en el mundo de la prensa.”

El periodismo de investigación es una profesión de gran éxito a nivel internacional y su crecimiento se ha dado, entre otros factores, gracias a los desarrollos tecnológicos. Más que un producto emanado de las ciencias sociales, es un servicio que contribuye al fortalecimiento de la vida social, al posibilitar el conocimiento de situaciones deliberadamente encubiertas, generalmente por alguien en posición de poder, o no descubiertas entre una masa de datos y circunstancias que, puestas en su debido contexto, revelan incómodas verdades.

En este tipo de periodismo los elementos básicos de la noticia cobran una dimensión diferente: el “qué” ya no va solo y no se limita a aspectos cuantitativos sino que va a lo cualitativo, ya no es un evento en sí, sino un fenómeno con causas y efectos; el “quién” va más allá de un nombre o un cargo para descubrir una personalidad con su propio carácter y estilo; el
“cuándo” ya no se refiere únicamente al pasado sino a un presente continuo; el “dónde” no se limita a un sitio para extenderse a una serie de posibilidades en donde es factible que se concatenen los hechos; el “cómo” y el “por qué” siguen contribuyendo a la narrativa crónica, pero lo más relevante y molesto para los actores involucrados es el “para qué”.

El caso de Aristegui-MVS seguirá, y yo diría que el siguiente paso es la puesta en práctica, hoy más que nunca, del periodismo de investigación que arroje luz sobre la realidad del “Qué”, “Quién”, “Cuándo”, “Dónde”, “Cómo”, “Por qué” y “Para qué”, bajo la perspectiva bíblica de que la verdad nos hará libres.

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