lunes, 22 de octubre de 2018

AEROPUERTO Y POPULISMO


Mientras más se acercan los días para la “consulta” ciudadana sobre la ubicación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, son cada vez más los cuestionamientos y críticas que se publican en diferentes medios, especialmente por parte de columnistas y articulistas.

Los comentarios son de todo tipo, pero coinciden en que se trata de un dudoso ejercicio de democracia directa. Por ejemplo, el 10 de octubre, Ricardo Rocha
escribió en El Universal: “La consulta sobre el nuevo aeropuerto será la primera prueba de fuego para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que en los hechos ya ha comenzado. Lo marcará como un hombre de Estado o como un populista”; días después, el 18 de octubre, Pascal Beltrán del Río escribió en Excélsior: “…para decidir la suerte del nuevo aeropuerto, uno tiene que concluir que hicieron a un lado los más elementales rasgos de la democracia participativa.”

Al revisar medios de comunicación y alguna bibliografía para documentar este tema, dado lo que es evidente que se trata de una simulación para justificar una decisión autoritaria y populista, encontré un libro que me llamó la atención: “Dictadura en América Latina; Nuevas Aproximaciones Teóricas y Conceptuales” (Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales / Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Cuernavaca, 2017).

Se trata de un estudio realizado por la maestra en Sociología Histórica y Política
María Victoria Crespo, Profesora Investigadora de tiempo completo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, de origen argentino, cuyos padres vivieron la dictadura de Rafael Videla en 1976, lo que generó su inquietud por el tema de las dictaduras en Latinoamérica.

Dentro del capítulo de Democracia y Dictadura, la doctora Crespo comenta que los populismos contemporáneos “Fundaron su legitimidad en una alternativa política frente a los partidos históricos” y que varios de los regímenes populistas introdujeron “nuevos mecanismos constitucionales de ‘democracia directa’, tales como la ‘consulta popular’ y la ‘revocatoria de mandato´; agrega que “la legitimidad de estos regímenes derivó de la identificación del pueblo, constituido políticamente a partir de una situación de exclusión política, social y cultural, con el líder o la lideresa presidencial.”

Luego refiere que, fundados en sus mayorías democráticas, “los presidencialismos populistas han deteriorado la separación de poderes, obteniendo efectivamente la mayoría en el congreso, y cooptando a los jueces. En este sentido es que se producen yuxtaposiciones con formas autoritarias e inclusive dictatoriales.”

 Más adelante, la autora refiere que la dinámica de inclusión/exclusión política y social es el motor del populismo y comenta que “en estos regímenes la dimensión económica y la política son entremezcladas y frecuentemente confundidas. Un aumento del ingreso real, ya sea vía subsidios o mejores condiciones económicas momentáneas en las clases populares no significó necesariamente mayor autonomía política (al contrario, por lo general genera más dependencia del Estado, lo que es explotado políticamente por el partido en el poder), y viceversa, una mayor visibilidad discursiva y política de los sectores anteriormente excluidos, no implica un mejor posicionamiento económico y social en el mediano y largo plazo.“

Refiere que en un régimen populista “la democracia es entendida como la expresión mayoritaria del ‘pueblo real’, unido simbólicamente por nociones de ‘unidad total’ y ‘homogeneidad’, y articulado por una idea de justicia, equidad o un líder que encarna estas ideas.”

Los siguientes párrafos son textuales de su libro: “La política cotidiana en el populismo se transforma en una aclamación permanente del líder a través de diversas formas de expresión pública: marchas, discursos, actos convocados por el líder. El modelo populista también admite manifestaciones autoritarias del poder político, por lo general provenientes del poder ejecutivo. El o la presidenta tienen la capacidad política, basándose en su legitimidad mayoritaria, de sobrepasar los límites constitucionales de la separación de poderes, a través de súper-mayorías en el Congreso y nombrando o cooptando jueces ‘amistosos’.

“Otro exceso autoritario del populismo es el desdibujamiento de la separación de poderes por medios políticos y la centralidad del poder ejecutivo con tendencias mesiánicas. La principal justificación ideológica detrás de esta práctica es que el ejecutivo debe ser más fuerte que los poderes fácticos tales como los medios de comunicación, el capital financiero internacional, los holdings privados, y, a su vez, que la oposición política, para poder llevar adelante su proyecto “revolucionario” –el “giro revolucionario” indica el momento más fuerte del régimen populista, antes de entrar en su ciclo de decadencia. Por otra parte, el “giro autoritario” de los regímenes populistas contemporáneos, por lo general se hace más evidente en la medida en que comienzan a desgastarse y a entrar en crisis, momento en que se exponen los aspectos coercitivos y violentos de estos regímenes.

“En realidad la dictadura u otras amenazas autoritarias, lejos de clausurarse, son siempre una posibilidad sobre todo bajo el esquema presidencial que domina los gobiernos latinoamericanos.

“Soy consciente de que es muy polémico hablar de dictadura en la América Latina contemporánea. Sin embargo, argumento que estamos frente a un fenómeno nuevo en el que algunas democracias latinoamericanas admiten formas o manifestaciones fragmentarias, zonificadas, discontinuas y solapadas de autoritarismo e inclusive de la dictadura.

“A diferencia de los regímenes dictatoriales oligárquicos o del estado burocrático-autoritario, no hay violencia o represión masiva; los poderes púbicos continúan funcionando, las elecciones se continúan celebrando. Pero hay zonas, espacios, esferas, agujeros donde la clandestinidad, la violencia, la opresión, la vigilancia, el control, así como la ausencia del estado de derecho, de controles judiciales y de mecanismos de rendición de cuentas dominan. Y en los que la normalidad y la excepción, la democracia y la dictadura, el Estado funcional y el Estado fallido, coexisten.”

Luego de leer este estudio reafirmo mi convicción de que más de 30 millones de
esperanzados mexicanos, incluyendo una gran cantidad de jóvenes con formación universitaria, votaron, con la fe en un cambio que es necesario, por una opción que, en efecto, transformará al país pero no en lo que se espera del ahora presidente electo. Espero estar equivocado por el bien de esos electores y del resto del país.




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