lunes, 17 de junio de 2019

VALE RECORDAR CHERNOBYL



Cuando se habla de buena y mala gestión de una crisis de comunicación, uno de los ejemplos a que se recurre con frecuencia es el de la tragedia de Chernobyl, nuevamente en los reflectores debido a una miniserie producida para la televisión de paga.

Aun cuando en más de 30 años no ha habido claridad sobre lo que provocó esta tragedia, la serie pone en contexto lo que pudo ser su principal detonante. El jueves de la semana pasada el periodista Pascal Beltrán del Río publicó, en
referencia a esa miniserie: “En un momento culminante del drama histórico, el investigador Valeri Legásov (protagonizado por Jared Harris) revela la existencia de una falla de diseño en los reactores RBMK, ideados por la URSS, misma que se había querido ocultar. ‘Somos el único país del mundo que construye reactores nucleares enfriados por agua, moderados por grafito, con un coeficiente vacío positivo’, dice Legásov. Y después de un momento de silencio, explica la razón: ‘Porque es más barato’. Ahorrar en cuestiones esenciales puede ser desastroso, incluso mortal”.

Chernobyl es un caso de mala gestión de crisis (tanto la técnica-operativa como de comunicación). Luego de la explosión se inició un proceso de información ascendente para que las altas autoridades políticas (Mijaíl Gorbachov) tomaran decisiones. Tenía poco de haber iniciado la Glasnost (apertura) y en principio se decidió ocultar la tragedia; eventualmente, después de 36 horas sólo se informó de un problema en la planta nuclear “para evitar el pánico”.

Las primeras decisiones sobre la crisis fueron de carácter político, pero los políticos olvidaron que en la escena de esta tragedia, además del personal de la planta y de los habitantes de  la ciudad de Prípiat, otros actores serían los corresponsales de prensa extranjeros, el viento que transportaría la nube radiactiva a otros lugares, y autoridades de países vecinos. En cosa de horas, a los corresponsales radicados en Moscú los coparon y les impidieron acercarse a la zona del accidente, aunque ya habían enviado adelantos informativos; el viento expandió la radiación y  Suecia y Reino Unido fueron los primeros países en detectar lluvia radiactiva sobre sus territorios y poco a poco otras naciones europeas presionaron a Moscú. Mientras tanto, en los medios de comunicación soviéticos aún no aparecía ninguna información sobre alguna amenaza nuclear.

Uno de los factores a considerar en la prevención de crisis es el diseño de escenarios de crisis imaginarias y las posibles secuencias de acción, aunque en muchas ocasiones la realidad supera hasta el escenario más exagerado que pudiera plantearse. Esto pone los pelos de punta a cualquier funcionario que está seguro de que a su institución no le podrá ocurrir ningún tipo de crisis porque en ella “todos son profesionales responsables y conocedores”.

Planear escenarios no es sencillo, ni aun cuando se trate de un evento programado como el cierre de una planta, reducción de personal o la construcción de una planta nuclear. 

Regularmente toma varios meses de preparación en los que se realiza
investigación y consultas variadas, e involucra variables como: Identificar elementos que pueden tener un efecto sobre cada área específica de una organización y en sus relaciones comerciales y gubernamentales; catalogar elementos para seleccionar los que pueden resultar prioritarios por su importancia o su impacto público; tener información precisa sobre las posibles implicaciones del escenario; actores involucrados (actuales y potenciales, a favor y en contra); tomadores de decisión; influenciadores; posibles beneficiarios y perjudicados en cada escenario; eventos que pueden resultar críticos en una secuencia temporal y otros más en función a posibles coyunturas por elementos contextuales que pudieran surgir.

Para sus mejores resultados, la planeación de escenarios requiere de un equipo interdisciplinario que escriba el guion de una película de suspenso en donde hay ambigüedad, sorpresa y situaciones de lo más inverosímiles e irreales. Los escenarios se diseñan a partir de la realidad actual y se van construyendo a través de una probable secuencia de situaciones circunstanciales o coyunturales que pudieran presentarse y que ayuden a sensibilizar a quienes deben tomar decisiones ante un posible acontecimiento.

No se trata de adivinar el futuro, sino de contemplar las distintas posibilidades que se tienen para lograr un objetivo y controlar con efectividad aquello cuya eventual ocurrencia se quiere evitar. Se parte de la premisa de que el futuro no es predecible y que nunca hay disponible información sobre el mismo.

En el caso de Chernobyl, el doctor Zoltán Szatmáry, de la Universidad de Budapest dice que el evento tuvo tres antecedentes: errores en la construcción de la planta, con tecnología obsoleta y complicados mecanismos de control; problemas de administración dado que el plan de trabajo rompió varias normas de seguridad; búsqueda permanente de resultados científicos espectaculares en la construcción de reactores nucleares para superar a los Estados Unidos.

Pierre Fayard, Profesor emérito de la Universidad de Poitiers  y creador de la Red Internacional de Comunicación de Ciencia y Tecnología, concluye en un artículo escrito para la revista Telos, de España: “Con Chernobyl, lo que se coloca en el banquillo de los acusados es el patinazo tecnocrático, resultante de la Santa Alianza de lo político y lo tecnológico. El debate público se refiere a la cuestión de saber si hay que poner en práctica programas en base a los exclusivos criterios de su posibilidad o de su interés económico y técnico, o si, parafraseando a un gran desaparecido, lo político debe mandar sobre la investigación y sus aplicaciones (“el partido debe mandar sobre el fusil”, Mao Ze Dong). Ahora bien, tanto la contaminación como la producción de desechos radiactivos que perdurarán durante centenares de años son el resultado de la mayor irresponsabilidad.”

Excélsior 10/06/2019
La catástrofe de Chernobyl resulta reveladora de la gestión comunicativa de las crisis tanto como de los efectos del control político de la ciencia y la tecnología. 

El actual régimen en México tiene en perspectiva varios proyectos de infraestructura en los que, al parecer, no hay estudios de factibilidad técnica-financiera, de impacto ambiental y de potencial de mercado; mucho menos planeación de escenarios. Las decisiones se están tomando desde la política, no desde la tecnología y el respeto a la legalidad, igual que en Chernobyl.

Dudo, por ejemplo, que se tenga escenarios para el Aeropuerto de Santa Lucía, en donde, además de un presupuesto limitado y corto tiempo para su construcción, se tienen: un cerro, vientos cruzados, neblina, complejidad para vuelos simultáneos, problemas de agua y un panteón nuclear a menos de 14 kilómetros de distancia del futuro Aeropuerto.

Por eso vale la pena recordar Chernobyl: “Ahorrar en cuestiones esenciales puede ser desastroso, incluso mortal”.



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