martes, 15 de enero de 2013

YA NO ES COMO ANTES

Palabras como “linotipos”, “galeras”, “tipómetro”, “hueso” “télex”, seguramente suenan raras para las nuevas generaciones de reporteros, pero significaban mucho en el periodismo impreso de la segunda mitad del siglo pasado.

Sin celulares e internet: ¿Cómo se enviaba información desde el lugar de los hechos? ¿y las fotos y los videos para televisión? ¿cómo se hacían llegar boletines a los medios? Y sin computadoras y laptops: ¿Cómo se corregían textos?

Hoy todo es diferente: las salas de redacción lucen modernas, con el mismo tipo de mobiliario bien distribuido; las máquinas fueron sustituidas por computadoras, las grabadoras ya no son ni de carrete ni de casete; las cámaras fotográficas almacenan digitalmente muchas imágenes y ya no usan ni rollos ni focos de bulbo y las de video ya no dependen de pesados estuches para carretes de 2 pulgadas.

Pasar adelantos informativos -o la nota completa- ya no depende de un teléfono fijo  para el que había que esperar turno, ni las imágenes para televisión requieren de procesos de internegativos de películas de 16 milímetros para salir “al aire”. Los boletines de prensa que ahora se envían electrónicamente, antes se imprimían y enviaban (con fotos inlcuídas) con mensajeros. Hasta la forma de diagramar y preparar el material para impresión se apoya en la electrónica y ya no más en lo mecánico.

Para tener una idea de cómo eran las cosas, digamos a fines de los años sesenta, basta recordar mis inicios en esta profesión (oficio, dirían los clásicos con mucha razón).
redaccion el universal mex
La sala de redacción del diario en el que empecé mi carrera  era muy parecida a la de esta foto que pertenece a una de las primeras redacciones de El Universal, el decano de la prensa de la ciudad de México (1 de octubre de 1916): Escritorios de metal o de madera, muy cerca unos de otros, sobre los que se amontonaban boletines, libros, lápices, uno que otro adorno y una papelera con suficiente papel y hojas de papel carbón. (Hoy sólo sigue habiendo montones de papeles y libros, pero no papel carbón).

Aderezaban el ambiente gritos de los reporteros solicitando la presencia de un ayudante para entregar sus notas ya redactadas y risas por chistes y bromas entre los propios reporteros, especialmente cuando habían hecho pagar alguna novatada, sobre todo en la fuente de policía. (Una de ellas era enviar al reportero novato a averiguar sobre varios muertos en Ave. Cuauhtémoc 408, en la colonia Buenos Aires de la ciudad de México, y burlarse de él a su regreso, una vez que constató que ese domicilio es del Panteón Francés de la Piedad).

Pero lo más notable en el ambiente de la redacción eran las máquinas de escribir de diferentes marcas, tamaños, modelos y edades (similares a las del video) por el escandaloso ruido que, en conjunto, producían.
Antigua máquina Remington
El reto era “luchar” contra las teclas de la máquina cuando se atoraban o conseguir que el ayudante llevara un nuevo carrete de cinta de tinta.
A lo anterior, había que agregar el ruido de los teletipos de las agencias noticiosas que continuamente transmiten información nacional e internacional. Máquinas y teletipos se unían en una discordante sinfonía que implicaban un reto para la concentración. Sólo basta activar simultáneamente los dos videos para tener una idea de esto.Con ello, las continuas equivocaciones eran comunes.
Teletipo de la agtencia AP

Hoy los errores al escribir se corrigen con una tecla que dice “supr” o con otra que dice “retr”. Pero entonces ¿Cómo corregir las equivocaciones sobre el original y las copias? (las notas se redactaban en original y dos copias al carbón).  El reportero va en contra del tiempo y no había posibilidad de repetir la hoja sin correr el riesgo de volver a equivocarse en algo. ¿La solución?: tachar y continuar.

Cuando la nota estaba lista, se gritaba “hueso” y un ayudante de la redacción corría a recoger las hojas que el reportero entregaba enrolladas como simulando un hueso. El ayudante las llevaba a los jefes, quienes hacían corrección de estilo de puño y letra y se enviaba a linotipos para “parar la tipografía.”

El área de linotipos no era menos ruidosa. Los linotipos (inventados por Ottmar Mergenthaler en 1886) preparaban los textos, línea por línea, en placas de plomo fundido, para una impresión preliminar llamada “galera” sobre la que se hacían las últimas correcciones antes de enviar a impresión.
Así funcionaban los linotipos
Cuando el linotipista seleccionaba la fuente y el tamaño de la letra (como hoy se hace en la barra del navegador para elegir “Arial 14”, por ejemplo) el molde de la letra seleccionada salía de un depósito que se situaba en lo alto de la máquina y descendía a un centro común, donde dicha letra, seguida de otras, formaba las palabras y espaciados del texto. Cuando una línea se completaba, pasaba automáticamente a una caja de fundición, donde entraba plomo fundido y formaba un lingote que constituía una línea de caracteres de imprenta. (Para una historia del linotipo: https://www.youtube.com/watch?v=XNpya2yCnJo).

Hoy, esas máquinas son piezas de museo, pero no dejan de ser admirables por lo que significaron para el periodismo impreso.

Sólo pequeños recuerdos. Si existiera una máquina del tiempo y se enviara a algún reportero 40 años atrás ¿podría trabajar sin las modernas herramientas de apoyo al trabajo periodístico? Seguramente no, pero su aprendizaje sería invaluable.



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