lunes, 1 de abril de 2013

¿FORMA O FONDO?

“El público requiere que se le informe en el menor espacio y en el menor tiempo”; en ello juega un relevante papel la “pirámide invertida” que, incluso las empresas, deberían emplear en sus comunicados para facilitar la labor del periodista.
Hoy, gracias a las redes sociales, especialmente el Twitter, el público privilegia la información breve y directa pero sustanciosa. El reto lo tienen lo mismo periodistas que agentes de relaciones públicas encargados de redactar boletines y documentos. Demasiadas palabras, además de aturdir y posibilitar confusiones o tergiversaciones en el periodista, generan aburrimiento y rechazo en los públicos receptores. Pero al mismo tiempo, al público ya no le basta la brevedad; más que cantidad busca calidad.
Vale la pena recordar que la “Pirámide Invertida” tuvo su origen durante la guerra civil en los Estados Unidos ante las frecuentes interrupciones que se daban en las líneas telegráficas: lo más importante era lo primero que brevemente se comunicaba. Luego de ello se empezó a emplear para organizar el desarrollo de textos periodísticos para maximizar los espacios y mantener informada a la audiencia.
En las clases de redacción de las escuelas de periodismo enseñanpiram lo que es la “pirámide invertida” y otras técnicas de redacción, según el género periodístico. En esencia, la “pirámide invertida”, empleada para redactar noticias, consiste en describir primero lo más relevante de la información y en los párrafos subsecuentes incluir datos más específicos y menos  relevantes. Obviamente el primer párrafo no responde a las preguntas básicas: qué, quién, cuándo, cómo, dónde y porqué. Su objetivo es llamar la atención para obligar a continuar la lectura del texto que más adelante va respondiendo a la mayoría de las preguntas básicas.
Por ello es que en la parte alta de la pirámide invertida, muchas veces se incluye una frase (y su autor) que pueda resultar polémica, a fin

RESÚMENES INFORMATIVOS
de “enganchar” al lector para forzarlo a continuar la lectura. Lo mismo aplica para la mayoría de los noticiarios de televisión y radio que en sus resúmenes de inicio destacan las imágenes o audios que llamen la atención para obligar a retener a la audiencia.

Formas distintas de redactar son las empleadas para géneros como crónica, reportaje y entrevistas. La primera en un formato de pirámide normal que va de los detalles al clímax, y las segundas que se escriben en forma de “Yunque”, iniciando con un sumario puntualizado y luego desarrolla el texto.
Pero independientemente de la técnica, siempre es indispensable escribir con claridad (palabras sencillas que eviten malinterpretación), brevedad (máxima información en mínimo de palabras), precisión (sin rodeos ni añadidos) y corrección (gramática y sintaxis).
Pero al hablar Carlos-Castilhode la tradicional “pirámide invertida”, surgen cada vez más voces que dejan ver que dicha técnica de redacción está siendo modificada debido a que ahora las audiencias tienen otras preocupaciones que trascienden al hecho fundamental de la noticia. Según el  periodista brasileño Carlos Castilho, corresponsal de O’Globo en Londres y editor en jefe del primer telediario internacional de la Televisión brasileña, “En la internet la noticia está por todas partes, lo que hace irrelevante la preocupación por la <<primicia>>. Es mucho más importante saber cuáles son las causas, las consecuencias y los actores involucrados en un hecho noticioso.”
En efecto, más allá de ir de lo más importante a los detalles, la audiencia cada vez más busca conocer el contexto de la información. Más que centrarse en el qué, quién, cuándo y dónde de los acontecimientos que significan noticia, el público busca las respuestas al cómo, por qué y para qué de las situaciones; el porqué un acontecimiento se da y se convierte en noticia, para poder conocer su relevancia, su verdadero impacto social y entonces formarse una verdadera opinión. El público requiere de contextualización para determinar la relevancia, la exactitud y la pertinencia de un dato, hecho o evento y valorar la credibilidad del medio.
El tema no es nuevo. Cuando estaba en proceso de escribir mi libro platiqué con el periodista Rafael Lugo, entonces Director de Noticias de 11 TV en México, quien me hizo la siguiente referencia: “Lo que nos debe ocupar son las condiciones de trabajo de mucha gente: si cuentan con garantías laborales, si tienen seguro. Nos debe interesar, el fondo, no la superficie. El sufrimiento llama la atención, pero no sabemos nada de la realidad…”
Lo relevante ya no es tan importante como lo que hay en el fondo: el origen, la causa y las repercusiones, especialmente en una época en que hay demasiada información y poco espacio dentro de los medios. Ya no se trata de priorizar un ordenamiento secuencial cuantitativo, sino de enfatizar la ampliación cualitativa de la información.
Ya no es suficiente el saber que las autoridades clausuran una estación de gasolina o una tortillería por defraudar al público. Ahora es importante conocer qué lleva a los empleados a cometer esos abusos a partir de las condiciones en las que trabajan, los sueldos que reciben y la situación de inseguridad social en que trabajan. No basta con saber que la autoridad interpuso una demanda de acción colectiva en contra de una telefónica por cobros indebidos  sino que el público requiere saber qué puede hacer para recuperar su dinero de ese cobro.
En ello tiene mucho que ver la información que emana de las fuentes informativas, sean empresas, organizaciones gubernamentales o de la sociedad civil. En tanto que para el periodista la preocupación ahora es, más que la pirámide invertida, cómo administrar la información en el momento de redactar una noticia, para responder a las inquietudes de los públicos, para las fuentes informativas lo inquietante sería cómo disponer de toda la información sobre una situación o tema para, de forma concisa y directa, destacar de entrada lo más relevante y dar respuesta a las preguntas que el público se estaría haciendo al respecto.
El entrecomillado inicial corresponde al obro “Manual de Periodismo” de Carlos Marín (Edit. Grijalbo, 2003. P. 86,

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